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MIGUEL ÁNGEL BUONARROTI, MAGNÍFICO

(Este artículo se publicó el sábado en el suplemento literario de El Norte de Castilla)

Martin Gayford, “Miguel Ángel, una vida épica”. Trad. Federico Corriente. Taurus, Madrid, 2014.  704 págs.

Escribir una biografía del gran Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564) es, a estas alturas, muy difícil si se pretende alguna novedad. Y después de este amplio tomo del crítico británico Gayford la tarea se vuelve, si cabe, más cuesta arriba. Bien es cierto que el estudio de las obras y la interpretación psicológica sobre Buonarroti aún pueden deparar sorpresas (dependiendo mucho del talento y cultura de quien escriba) pero aunque las biografías toquen ambas cosas son distantes como tales biografías al puro ensayo que sería la otra y más novedosa actividad…

En este sentido surge una pregunta inmediata, si el tomo de Gayford es más biografía que ensayo, ¿en dónde reside su novedad, qué cosas añade? Si nos atenemos a las líneas generales del longevo Miguel Ángel (murió con 89 años y con viviente estatus de genio)  lo esencial sólo se repite o se matiza. Pero hay una muy notable novedad en Gayford y es el cuidado con que asedia y relata los detalles, lo que no se había dicho o recalcado: Miguel Ángel –era bien sabido- en sus largos últimos años romanos, vivía en una casa desastrada en la calle Macel de’ Corvi y se quejaba de pobre. Al maduro y al viejo Miguel Ángel le gustaban las costumbres sencillas y austeras, pero cuando murió en Roma y a escondidas lo llevaron a enterrar a Florencia, su ciudad natal (en realidad había nacido en Caprese, un pueblo muy cercano) descubrieron que era rico, en dinero y en casas.  Verdad que nunca cesó de trabajar y a menudo en proyectos enormes, pero varios de ellos fracasaron, pese a las obras estupendas que atestiguan lo que pudo ser y no fue. La tumba del papa Julio II no tiene nada que ver con el soberbio proyecto miguelangelesco, pero sólo el “Moisés” espléndido la salvaría. La cúpula de San Pedro –proyectada por Miguel Ángel- no la vio acabada. Y todo el conjunto de la basílica sufrió modificaciones (tras la muerte del toscano) que este no imaginó.  Tacaño con algunos familiares o conocidos –a los que quizá no tenía en alta estima- Miguel Ángel fue sin embargo generoso con algunos jóvenes hermosos y de mala vida que, a menudo, estuvieron a su lado como Febo di Poggio (al que dedicó dos sonetos)  o su ayudante Pietro Urbano.  No hay duda sobre la homosexualidad de Buonarroti ni sobre su final período espiritualista (junto a Vittoria Colonna)  muy cerca de lo que se ha llamado “la Reforma católica” –no lejos del erasmismo- y que no tardó en prohibirse. La pared llena de desnudos del “Juicio Final” escandalizó a un papa gazmoño, pero nada se tocó (luego llegó Volterra, “li braghetone”) hasta la muerte del genio. Pues al final Miguel Ángel era –merecidamente- un genio vivo. Ya enfermo tenía insomnio y prefería estar de pie que tumbado. Con 89 años en la calle y bajo la lluvia  el florentino Calcagni encontró al viejo desesperado, casi muriéndose…  Rica en múltiples detalles, esta amplia biografía vuelve a subrayar que Miguel Ángel fue un titán. Datos ya no, análisis, explicaciones.


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