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VIVIR NO ES TAN DIVERTIDO, Y ENVEJECER, UN COÑAZO. (ÓSCAR TUSQUETS)

No conozco personalmente al arquitecto y diseñador barcelonés Óscar Tusquets -1941- aunque tuve muy buena relación con su hermana mayor, la ya fallecida escritora y editora Esther Tusquets. Óscar, tipo de aire cordial y culto, lleva años publicando libros -conozco algunos- de sencilla y grata factura y siempre amenos y a la contra. En estos malos tiempos que vivimos escribir y situarse en esa contra de la pacata y estéril “corrección política” (una teoría para estupidizar a la gente) se hace mucho más que una necesidad sobreviviente. En el hodierno reino de la oclocracia, degeneración chusmosa y vulgar de la democracia, y gran mal de nuestro mundo, toda disidencia debe ser de entrada bienvenida y ahí se sitúa el arquitecto y editor Tusquets. En esa línea acaba de publicar en Anagrama (Herralde es viejo amigo suyo) un libro no largo, ameno, culto, fácil e irreverente, de sabroso título que él atribuye a su hermana: “Vivir no es tan divertido, y envejecer, un coñazo.”

El libro empieza atacando la gestión política de la pandemia del coronavirus, que nos tiene a todos medio encarcelados por una clase política (hombres y mujeres) en verdad abyecta en su egoísmo y vulgaridad, y termina -al narrar distintas formas de morir- con el suicidio en 1962 del gran matador de toros Juan Belmonte, que huyó así del deterioro de una vejez que no quería. Además, Óscar se declara taurófilo. Y por supuesto nada tiene contra la decisión de Belmonte. Yo tampoco.  Que la vida no es siempre maravillosa (hay muchos tragos ingratos) me parece una obviedad, pero no es la parte fundamental de este libro, acaso correspondiente al breve esbozo de una autobiografía del autor, que no es lo más brillante. Al respecto podríamos citar (me acuerdo de ella) una frase de Samuel Beckett que afirmaba “La vida está sobrevalorada.” Valdría también un verso de Juan Ramón que cita Tusquets: “¿Qué me vas a doler, muerte?/ ¿Es que no duele la vida?” Pero lo mejor del libro con mucho, es la desmitificación de la falsa vejez idílica (la vejez es una limitación tras otra) y la necesidad de que cada cual gestione su propia muerte, incluso aquellos -que generalmente desde la religión- aceptan el sufrir. Pero no a todos nos ocurre. Valdría otro recuerdo mío, la dura frase de Céline, “la vejez es lo que sobra de la vida”, u otra, entre muchas, que cita Óscar y es de su admirado Woody Allen: “No temo a la muerte, solo que no me gustaría estar allí cuando suceda”.  O el hermoso verso de Manrique: “Todo se torna graveza/ cuando llega el arrabal de senectud”.  Desde luego muy poco apetecible ese bien llamado “arrabal de senectud”. Como Lorca escribió (aunque ciertos momentos lo desmientan) “la vida no es buena ni noble ni sagrada”. Y la muerte -con eutanasia o sin ella- debe de ser gestionada y pensada por el viejo. Habrá quien disienta de este libro de buena lectura, y en su derecho está, yo coincido en casi todo lo que Tusquets declara. Incluyendo el error del gran Dalí -al que trató mucho- al olvidar, y caro lo pagó, que también él iba a morir…  Lo dijo Montaigne: “Supone igual tontería llorar porque de aquí a cien años ya no viviremos, que llorar porque no vivíamos hace cien años.”

La vida es buena cuando va bien y cuando va mal patina. Y cuando va mal y además eres viejo… ¡mejor no hablar! Como Tusquets estoy a favor de una eutanasia humanista, con total respeto por quienes no quieren. Quienes quieren y quienes no están en su derecho. Me ha gustado este sencillo y muy vivo libro de Óscar Tusquets, y me gusta también su título, queridamente coloquial, “Vivir no es tan divertido, y envejecer, un coñazo.” Puede ser polémico, pero atrapa con toda seguridad. Petrarca: “Un bel morir tutta una vita onora.” (Un hermoso morir honra una vida toda.)

 


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