Una poeta: la condesa Mathieu de Noailles
Hija de padre rumano y de una madre noble del Medio Oriente otomano, la princesa Anna de Brancovan terminó siendo por matrimonio (en el París donde vivía) la condesa Mathieu de Noailles (1875-1933), mujer estrafalaria y refinada, pintada por los mejores pintores cercanos al Simbolismo (también por Zuloaga) y amiga de muchos escritores y poetas de esa estética más o menos seducidos por el “gratin” como Barrès, Marcel Proust -con el que tiene una notable correspondencia- o Cocteau, entre otros… (Proust le escribe un día para pedirle que le recuerde cuál es el poema en que ella dice que el mundo sólo se ve en la infancia, pues después la mente, la vida y el amor o sus complicaciones, nos lo ocultan. El poema está en la presente selección y se titula “Desgarro”. El verso buscado por Proust dice en francés: “Car après l’on ne voit plus jamais rien du monde.” Pues después nunca más se ve nada del mundo.) Para muchos la poesía (rimada, sonora y pasional) de la condesa de Noailles es el canto de cisne del Simbolismo y es posible que así sea, lo que no quita fuerza a una mujer que cantó con belleza la pasión erótica, los recuerdos de la infancia y la muerte que todo lo atraviesa, pues ella creía -como Bataille- que muerte y erotismo se dan la mano… No había en España traducciones modernas de la condesa, hasta que hace unos meses, la editorial Torremozas (que sólo edita mujeres) sacó una antología bilingüe de la condesa de Noailles con el título “Las pasiones y las tumbas” -muy propio- y que parece, a su vez, una antología de uno de sus mejores libros,”Los vivos y los muertos” de 1913. Los poemas suelen ser abundosos y cálidos y la traducción y el breve prólogo de Mireia Alonso Ribeiro son cuidadosos. Mujer mundana, refinada, esteta y ultrasensible, la Noailles -muy famosa en su tiempo- no merece el olvido, porque su poesía es sensible y potente a la par, lo que no es contradictorio. “¿Qué podría esperar o desear todavía/ si todo el universo reposa sobre muertos?”.
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