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Santiago Rusiñol, icono entresiglos

(Este artículo se ha publicado el sábado en el suplemento literario de El Norte de Castilla)

Santiago Rusiñol. “Máximas y malos pensamientos”.  Traducción y edición de Francisco Fuster. Vaso Roto Ediciones, Madrid-México, 2014.  72 págs.

Fue durante muchos años una suerte de imagen característica del mundo bohemio de entresiglos, aunque en sus últimos años (como en poesía Emilio Carrere) apenas evolucionó, es decir, que Santiago Rusiñol (1861-1931), con fama de simpático y –lo que era verdad- una salud estragada por su vieja adicción ala morfina, fue un personaje de época, con barba, lazo y chambergo, en el tiempo en que eso era nuevo plenamente y bastante después. Hijo de una familia catalana de la buena burguesía textil, Rusiñol (pintor y escritor) nunca quiso seguir ese camino, aunque no le faltara del todo cierta protección familiar. En 1889 se va a París con otros pintores amigos, a seguir la bohemia de Montmartre, donde se instalan él, Ramón Casas –que pintará un buen retratosuyo- e Ignacio Zuloaga. Los tres se mueven entre cierto naturalismo inicial y enseguida las sendas varias de un vistoso impresionismo que Rusiñol, de algún modo, no abandonó jamás.  De 1894 es su cuadro “La morfina”, que muestra a una mujer en la cama en trance agónico o desesperado, sin embargo es entonces cuando él la comenzó a utilizar y dicen que jamás la dejó pese aalgunas curas de desintoxicación y que le extirparon un riñón por esa causa…  En París empezó a enviar artículos a “La Vanguardia” que formarían el libro “Desde mi molino” de 1894. Después escribió “Impresiones de arte” (1897), los dos únicos libros que escribiría en castellano pero de los más interesantes por ser un reflejo vivido y directo de los artistas y la vida bohemia finisecular… Más lírico fue su primer libro en catalán “Oracions” –poemas en prosa- del mismo año… Digámoslo pronto, la literatura de Rusiñol no pasa de menor y tuvo más éxito, ya regresado a España, instalado en su artístico Sitges, cuando esa literatura, novelitas y sobre todo teatro, fue más popular, así “L’auca delsenyor Esteve”, primero novela en 1907 y luego teatro en 1917.  Eso parece la cima de Rusiñol y es muy mediana en todo. En realidad, además de un llamativo personaje de época, Rusiñol fue un notable pintor, en la senda del impresionismo, y que terminó especializándose en pintar paisajes y jardines (bellos, nostálgicos, quizá juanrramonianos) después de un viaje a Mallorca con Joaquín Mir en 1901.  Acababan de volver a España, olvidada la bohemia real, pero no su aura, y Rusiñol se instaló en Sitges, donde desde los hierros del “Cau Ferrat”, logró algo así como un nido de artistas. Murió en Aranjuez en 1931 porque estaba en el Real Sitio madrileño –una vez más- pintando jardines como antes había hecho en La Granja. Como he dicho se trata generalmente de obras bellas y bien hechas, aunque un algo ya de otro tiempo. Poco antes Rusiñol había editado el tomito “Máximas y malos pensamientos “ (1927) subtitulado “Piensa mal y no errarás”. Las máximas oscilan entre el ingenio de quien siempre lo tuvo, ciertas observaciones pertinentes, y otras que años atrás hubieran pasado por atrevidas (en el mundo bohemio de su juventud) pero que cerca de los años 30 y en los abiertos 20, ya no lo eran. Así: “La mujer hermosa es un peligro. La mujer fea  es un peligro y una desgracia.” O : “Las mujeres anuncian el escote como quien anuncia un aperitivo”.  ¿Qué pueden hoy sino hacernos buenamente sonreír?  En realidad las máximas que Rusiñol publicó algo tarde, habrían tenido su momento de buen ingenio alrededor de 1900, inevitablemente su época: “Al que inventó el alcohol deberían hacerle un monumento. A los tristes les pone alegres y a los malos los convierte en idiotas”. O: “La gran fuerza de los jesuitas es la mala fama que tienen.”  El librito –grato al tamaño de la mano- es ameno y simpático, pero nos suele parecer algo inocente, aunque no le falte la agudeza. De alguna manera vuelve a resumir a Santiago Rusiñol: sin el notable pintor, su literatura sería sólo una anécdota. Y si su obra burguesa hoy nos aburre, sus viejas estampas del París bohemio o estas máximas finas pero sin excesos fulgentes, nos invitan a viajar a ese rico mundo de entresiglos que fue el de Rusiñol y casi a olvidar el resto. Lo que hizo en Sitges (que tanto le debe) aún puede verse pero el pueblo de artistas, en el que todavía vivió González-Ruano en los primeros 40, ha desaparecido como tantas cosas buenas, sacrificadas al horrendo Moloch del turismo de masas. Grata lectura para recordar a un pintor muy atrayente.


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