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RUSOS BLANCOS, LA RUSIA BLANCA

Durante un tiempo la Europa más progresista y una parte del mundo, se fascinó con el triunfo de la Revolución bolchevique rusa de Octubre de 1917. Unos aplaudieron y otros temblaron. Eran los rusos rojos, “los rojos”, aunque pocos supieron, al inicio, que también hubo “rusos blancos”, los que se opusieron a los bolcheviques. Como el fervor rojo (salvo en los claramente comunistas) se entibió pronto, surgió la pregunta por los rusos blancos, la Rusia blanca -la antaño “Santa Rusia”- ¿quiénes eran? Habían perdido, claro, pero ¿dónde estaban los rusos blancos?  Muchos millones de rusos se exiliaron del antiguo y vasto Imperio Zarista, y no todos fueron ricos o aristócratas.  Dos escritores -entre otros- luego muy famosos, fueron rusos blancos, Vladimir Nabokov y Nina Berberova. La Rusia blanca y esos rusos nace o se aglutina en la zona cosaca del río Don, con el general Kornilov como su principal jefe, al inicio. Hay una guerra civil entre rusos rojos y rusos blancos. Estos últimos (sobre todo al mando del almirante Kolchak) lograron muchas victorias, su error táctico consistió en ir primero -intentar ir primero- a salvar a la familia imperial, presa en Ekaterimburgo, en lugar de hacerse con núcleos estratégicos- La guerra civil entre rusos blancos y rojos, duró entre 1917 y 1919, y fue la parte sur del país, la última en ser conquistada por los rojos. Nabokov y Berberova abandonaron Rusia en 1919, cuando andaban por los 21 años. Los zares fueron fusilados, y pronto empezaron sangrientas y crueles represiones, incluso contra iniciales simpatizantes de la causa bolchevique.

Berlín y luego París (con periódicos y editoriales en ruso) fueron los primeros focos potentes del exilio de la Rusia blanca. Y a partir de los años veinte mediados, es cuando creció la pregunta que nuestro estupendo Chaves Nogales contestó en su libro/reportaje -publicado primero en prensa- “Lo que ha quedado del Imperio de los Zares” de 1931. Ese año mismo se traducía  “La Rusia blanca” (que también ha reeditado Renacimiento) de Essad Bey, un turco de origen, que habitó en la Santa Rusia, de iconos y popes. El libro de Chaves tiene muchas ilustraciones  y ahí vemos al príncipe Alejandro Wolkonski, ayudante de campo del Zar, en los años veinte convertido en humilde sacerdote ortodoxo. Eran los rusos blancos. Damas nobles que habitaban humildes pensiones, o poderosos coroneles zaristas, convertidos en taxistas parisinos. La gran duquesa Elena -prima del Zar- vendiendo objetos de arte rusos en un hotel de París, para ayudar a los exiliados.  El príncipe Yussupov, casado con otra prima del Zar -aunque gay- escribiendo “Yo maté a Rasputín” (1928). La Rusia blanca. Kerenski, el socialista que depuso al Zar, exiliado. Había mucho mito ahí, pero también mucha verdad sórdida, como cuenta Berberova en sus “Crónicas de Billancourt” hablando de los rusos pobres en el suburbio parisino… El gran duque Alejandro, casado con una hermana del Zar, en la emigración se convirtió en teósofo y espiritista.  La princesa Vera Panteliev, trabaja como maniquí en una casa de modas… Generales como Denikin (el jefe del Ejército blanco) frente a Trotski que comandó el Ejército rojo…  Escritores como Iván Bunin (que sería Premio Nobel) la familia de Tolstoi, la poeta Zinaida Hippius, Strawinsky, Kandinsky, o grandes bailarines de los ballets rusos, todos fueron rusos blancos…

Pero con los años, todo ese mundo se fue desintegrando (o integrando) o se exilió a EEUU, con motivo de la 2ª Guerra Mundial, y en cierto sentido los rusos blancos y la Rusia blanca, dejaron en buena medida de existir, luego de 1945, cuando precisamente la dictadura de Stalin se volvió más tristemente cruel. Verdad que no ayudó a los rusos blancos el que se supiera que algunos estuvieron con Franco en España y otros más con Hitler en Alemania, sobre todo cuando el Reich invadió la Rusia soviética. Un príncipe ruso (hijo de un exiliado) todavía tenía en Madrid un restaurante ruso (blanco) a mediados de los años 70.  Aquella Santa Rusia fue un mundo de nostalgia y esplendor -aunque estuvo lleno de injusticias- que fascinó a Juan Gil-Albert y que fascina hoy a Putin. Rusos blancos.


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