RECUERDO A AVA GARDNER
Las estrellas de los años dorados de Hollywood ( que tantos mitómanos echan de menos) solían caber en una clasificación más bien reduccionista. O eran elegantes y buenas. O eran elegantes y malas. O eran ingenuas, en cuyo caso podían, a su vez, ser sexys o no serlo. (Marilyn Monroe, por ejemplo, empezó como ingenua sexy). Lo curioso es que esta clasificación, en principio meramente artística y en la mente de los grandes estudios, terminaba por marcar la vida de las actrices-“star”. Al fin y al cabo el mito de una diva ( o su leyenda) no se teje y encumbra sólo con su trabajo sino además, mal que les pese, con lo que su vida privada muestra de ese trabajo. Esto es, con la simbiosis fatal
entre papeles artísticos y vida privada. La vida ( y la leyenda) de Ava Gardner, excesiva en tantas cosas, es un ejemplo perfecto de esta contaminación o trasvase. A Eva ( nacida el 24 de diciembre de 1922 en un pueblo de Carolina del Norte, Grabtown) la denominaron en el primer cenit de su carrera “el animal más bello del mundo”, y se supone que era un tremendo piropo, el que, por cierto, correspondía a una mujer “mala”.
¿Estarían muchas jóvenes o mujeres de hoy, con una conciencia feminista muy diversa, contentas de que les aplicasen ese rótulo doradamente salvaje, “el animal más bello del mundo”?. Ava fue la menor de siete hermanos y procedía de una familia humilde. En 1939 ( en el seno de una de esas tantas familias norteamericanas alicortas, puritanas y modestas) Ava Lavinia Gardner quería ser secretaria. Por esas fechas viajó a Nueva York a visitar a una hermana suya casada con un fotógrafo, Larry Tarr; este quedó 
prendado de la belleza de su cuñada y le pidió que posara para él. Ava lo hace, con un romántico sombrerito de paja y el cabello rizado, y la foto se exhibe en el escaparate de la tienda-estudio de Tarr. La suerte estaba echada. Poco después, un ejecutivo de la MGM ( Metro Goldwyn Mayer) se fijó en la foto y se puso en contacto con Larry Tarr. Los jefes de la Metro querían hacer una prueba a Ava, que ya había regresado a su pueblo. Su hermana ha de llamarla por teléfono, para contarle que la prueba tendría lugar en Nueva York. Parece que ambas, medrosas, coincidieron al exclamar: “¿Qué va a decir mamá?”. La madre era una mujer humilde, muy puritana, que moriría de cáncer no mucho después.
Las pruebas neoyorquinas dieron un doble resultado: Como imagen Ava era magnífica, y la cámara la adoraba. Como dicción ( asunto que entonces se cuidaba más que hoy) Ava era un desastre. Tenía un fuerte acento de pueblo, paleto, y una mala dicción, quizá 
vulgar. (Hay quien cuenta que Ava fumó, a escondidas, su primer cigarrillo a los 8 años. Tal vez por eso). Con todo el saldo era positivo, y Ava ( que tendría que tomar intensivas clases de dicción e interpretación) quedó contratada. Llegó a Hollywood, con su hermana, el 23 de agosto de 1941.
Ava sintió siempre ( era una mujer de fuerte carácter y fuertes pulsiones) que la MGM, pese a proporcionarle las maneras y el saber estar de una princesa, era durísima con su gente y en especial con las chicas nuevas. Con el tiempo llegaría a decir que “trataban a la gente como si fuera ganado”. En el “Star System” no todo era brillo. Aquella chica tan guapa y tan prometedora – evidentemente con aire de “mala” – empezó a aparecer en la pantalla, en papeles secundarios, a lo largo de 1942, en películas ( muchas de entretenimiento y contenido antinazi) como “We Were Dancing” o “Calling Dr. Gillespie”. Ya en 1943 se le asignan papeles algo más largos. Por ejemplo en “Hitler`s Madman” de Douglas Sirk, Ava ( insólitamente rubia) hace el papel de una espía… En ese 
mismo 1943 hará su primer papel como protagonista, pero solo en una película de serie B, “Ghosts on the Loose”. Su primera película importante ( ya en 1945) fue “She Went to the Races”, y en 1946, “Whistle Stop”. Como vemos la carrera de Ava Gardner no fue espectacular al principio –pese a su belleza-, aunque su vida, ya entonces, tenía algo de quemadura o llamarada. La primera gran película de Ava, la que la catapultaría de inmediato a la fama mundial, o al menos a la portada de todas las revistas de cine (lo que entonces era decir lo mismo) fue “The Killers” –Forajidos- de John Huston, donde la dama, en plan mujer fatal, está sencillamente maravillosa al lado de un joven Burt Lancaster. Fue en 1947. La película era adaptación de un relato breve de Hemigway, y el escritor fue uno de los primeros en felicitar a la estrella.
Por entonces la vida sentimental y nocturna de Gardner era impresionante. Ava fue una mujer temperamental, libre y excesiva, a la que gustaron inmensamente los hombres, el alcohol y la noche. Es decir, la vida vivida como una ranchera. La época toleraba todo eso mejor que hoy, pero marcaba a la mujer que acometía la aventura con un hierro indeleble. Y Ava siempre estuvo marcada por el nombre y el halo de tales apetitos.
En enero de 1942 contrajo matrimonio con un joven actor joven y bajito, que tenía en ese momento mucho éxito como actor juvenil: Mickey Rooney. La cosa debió ser poco más que ilusión y sexo, porque un año después ya estaban separados. En 1945 empieza una relación con Artie Shaw, famoso clarinetista de jazz. Dicen que Artie intentó intelectualizar a Ava, pero que a ella, entonces, aquello le traía sin cuidado. Se divorciaron en 1946, pero siempre fueron amigos. Llegaban los platos fuertes. Una Ava Gardner ya famosa se enamora –y es correspondida- de Frank Sinatra, célebre actor y cantante, en ese momento (1949) casado y padre de tres hijos. Aunque las infidelidades de Sinatra eran sabidas, lo de Ava fue tan fuerte que pidió el divorcio de su mujer, Nancy Barbato. La 
fama de Gardner como “chica mala”, destrozahogares y todas esas cosas fue espectacular. Ava y Frank contrajeron matrimonio en noviembre de 1951 y fueron de viaje nupcial a La Habana. Aquello era puro fuego. Ambos resultaron infieles, ambos posesivos y celosos, ambos juerguistas y bebedores. Ambos discutieron hasta la violencia; se querían siempre, pero el matrimonio –comentaron después- sólo era tal en la cama. En uno de sus momentos de relax con Sinatra –en 1950- Ava Gardner vino por primera vez a España a rodar una rara película, “Pandora y el holandés errante”. Aquí tuvo un idilio con Mario Cabré (que trabajaba en la cinta) pero que no fue muy lejos. En 1953 Ava y Sinatra –ella había ido a abortar a Londres- se separaron. Y el divorcio llegó en 1957. El mismo año en que –rodando en 
Roma “La cabaña”- Ava se prendó del galán italiano Walter Chiari. Salieron juntos más de un lustro (con infidelidades) pero parece que ninguno pensó en el matrimonio. ¿No les aconsejaba la experiencia precisamente olvidarlo?.
Este es el tiempo en que Ava Gardner se vino a vivir a España, a Madrid más concretamente, y fue la diosa de aquellas largas noches madrileñas del brazo de Luis Miguel Dominguín y de tantos otros. España (hacia 1957) era un país atractivo para extranjeros ricos. Era barato y permisivo –para ellos- y Ava encontró, además, una suerte de desesperado vitalismo, que le gustó, porque se parecía al de ella misma. De ahí su afición a los toros y al flamenco, aunque se cuenta que más exacto sería decir su pasión por los toreros y las fiestas. Incluso se habló de su pasión por los taxistas que, a última hora, borracha muy a menudo, la llevaban a su moderno piso en la calle Doctor Arce. Ella que, antes de Sinatra, había sido –fuera del matrimonio- el capricho dorado y oscuro del magnate Howard Hughes, también fuera del matrimonio fue la gran historia del torero Dominguín, que –contó Lola Flores- una vez le arreó una bofetada en público, en el Villa Rosa, para calmar su ira alcohólica… (La historia desaforada de Ava en España, casi diez años, está muy bien contada, recogiendo múltiples testimonios, en el libro de Marcos Ordóñez, “Beberse la vida. Ava Gardner en España”). En Madrid rodó “55 días en Pekín”,
superproducción de Nicholas Ray, con Charlton Heston –1963- y antes “La condesa descalza” de Mankiewicz, en 1954, que es cuando cuentan que –de verdad- Ava se enamoró de España y de la noche madrileña. Aquí estuvo (aunque al final con más ausencias ya) hasta 1968. Ese año se marchó a Londres, donde viviría hasta el fin de sus días. Según varios amigos su marcha a Gran Bretaña tuvo como principal motivo sus problemas con el fisco español. Su gran época como actriz y “mujer fatal” estuvo en los 50. ¿Quién no la recuerda en “Mogambo” –1953- de John Ford, dando sopas con hondas a la recatada Grace Kelly?. ¿O en “ Las nieves del Kilimanjaro” – 1952 – de Henry King, o en “La noche de la iguana” – 1964- con Richard Burton y Deborah Kerr?. ¿Quién no la recuerda aún en “Mayerling”. ya en 1968, haciendo
de la célebre emperatriz de Austria-Hungría?.
Aunque Ava Gardner hizo cine hasta 1982 (“Regina”) y aún salió brevemente en una serie de televisión en 1986 (“The Harem”), oficialmente se había retirado del cine desde que llegó a Londres ( con sólo 46 años, pero aparentando muchos más) para vivir con sus perros, sus recuerdos y su alcohol, sino caía de cuando en cuando alguna otra cosa …
Ciertas respuestas suyas declaran su desgarro y su intrepidez. Le preguntan como se había casado con un hombre que sólo pesaba 50 kilos, y responde:
-“Hay en Frank 7 kilos de hombre y 43 de pene”.
Y en otro momento declara: “Soy estrella de Hollywood y a pesar de ello, nunca me he cortado las venas, ni he tomado pastillas para dormir, y eso hoy en día es toda una hazaña”. Así era Pandora, Ava Lavinia Gardner. Puro fuego y pura hambre. El final, lógicamente, sería más triste. En 1986 y 1988 le dieron sendas apoplejías, la segunda le paralizó la mitad del cuerpo. Sinatra, al saberlo, se plantó en Londres, la llevó en avión privado al mejor hospital de California, y cuando Ava se recuperó finalmente ( o estuvo mejor) la devolvió, como ella quiso, a Inglaterra. Frank Sinatra pagó todos los gastos, que no fueron pocos. Murió de una afección pulmonar, mientras dormía ( su salud estaba, obviamente, muy deteriorada) el 25 de enero de 1990, en su casa de Londres. Había 
conocido no pocos hospitales. “El animal más bello del mundo”, múltiplemente divorciada y sin hijos, murió a la edad de 67 años, aunque todos creían que era mucho más mayor. Se había bebido la vida, en efecto. Pensó – o sintió – que la pasión y su rojo color sangre es lo único que importa al vivir. Cuando ello se acaba el telón se cierra, y entonces quedan sólo las copas de coñac – mientras se 
pueda – y los dulces animales. Ava Gardner fue un monstruo del cine. Y un monstruo de la vida. Guapísima, se lo debió pasar maravillosamente, pero es probable que no fuese feliz, como la mayoría de nosotros.
¿Te gustó la noticia?
¿Te gusta la página?
