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OTRA VEZ NAVIDAD

(Este artículo se publicó el jueves en El Norte de Castilla.)

El sentimiento navideño (o lo que va quedando de él) es cada vez más encontrado y opuesto para una gran mayoría. Las Navidades parece que cada año empiezan más temprano y como duran más de un mes –acaso las más largas del mundo- a la mayoría se nos terminan haciendo insoportables. Se ha dicho, pero se ha optado por la solución peor: Adoptar el modelo anglosajón de Navidad (que empieza el 1 de Diciembre) y mezclarlo, para que no se diga, con el viejo modelo español    –el de mi infancia- que termina el 8 de enero, cuando ya no hay Navidad en ningún lado, es un sonoro y gravoso disparate. Además la antigua Navidad, la que empezaba con la lotería cantada y primaba los tiernos belenes caseros sobre los abetos, en una región del mundo que tiene pocos (mucho plástico hortera, entonces) era una fiesta entrañable e íntima y para creyentes y no creyentes exhalaba ternura. Hoy la Navidad es una pura zambomba de consumismo, gasto y excesos, más tolerados que en otras fechas por una sociedad que no se cree lo puritana que la van volviendo.  En esta orgía de regalos, comilonas, gastos y botellón adolescente (fechas ideales y masivas para los obligados ritos de paso) lo religioso puro queda en nada o casi nada. Unos cuantos beatos, algún nostálgico y católicos ultra. No hay más. La gran mayoría (pese a iluminaciones callejeras y otras zarandajas) vemos pasar la Navidad y su entorno con creciente indiferencia y sólo los días de las grandes cuchipandas (donde la Saturnal pagana tiene más fuerza que la Navidad) se nota una alegría, a menudo bastante impostada, en las calles. ¿Religión? Poca. Belén preterido por el gran Moloch del capitalismo omnireinante…

Me parece que en estas Navidades actuales (tan cutres con frecuencia) sólo los niños muy pequeños se ilusionan con Papá Noel y trineos en un país donde casi ya no nieva, sino en las montañas. Los adolescentes esperan las fiestas (y singularmente la Nochevieja) para estrenarse en excesos o sexo y a menudo quedan defraudados –los ritos no deben ser masivos- o con un resacón brutal de alcohol malo que dura días. ¿Los adultos? Me parece que muchos, muchísimos, nos limitamos a sobrevivir. Los más ilusos esperan que les toque “el gordo” o que novia, novio o suegros les hagan un regalito apañado, si es dinero en cuenta corriente, mejor que mejor. Yo detesto ahora estas fiestas horrendas y desde hace bastantes años sé que no estoy solo y que aumenta el número de los hastiados de tanta falsedad y vulgar francachela. Por ello me pregunto ¿cómo es posible que a mí de niño y aún de adolescente me gustara tanto esa Navidad que hoy menosprecio? Aparte de las ilusiones de la edad, que mudan o acaban, aquella Navidad era breve, empezaba el 22 de diciembre (ni un día antes) y acababa el 7 de enero y los regalos se hacían en la mágica Noche de Reyes, casi extinta. Fácil. No es lo mismo. Es otro mundo todo y no mejor. Mucha pena.


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