Otra vez los males de la patria.
(Este artículo se publica hoy en “La sombra del ciprés”, suplemento cultural de El Norte de Castilla).
“España, una temporada en el infierno. ¿De qué mal morirá?” Juan Pedro Quiñonero. Confluencias Editorial, Málaga, 2013. 126 págs.
Por si alguien no lo recuerda ( ahora suena menos que entonces) en los pasados años 70 además de corresponsal, Juan Pedro Quiñonero fue un notable periodista cultural en la prensa madrileña y hasta ocasional ensayista y novelista, muy influido por las teorías de la revista “Tel Quel”. Después de un tiempo de silencio o resonancia menor, Quiñonero ha vuelto a la palestra –hasta donde sé- con libros de problemática histórico- cultural, como este recién publicado, “España, una temporada en el infierno”, donde usa a Rimbaud pero sobre todo, en la continuación del título, un célebre “capricho” de Goya (el 40) que muestra a un hombre enfermo, diríamos en trance agónico, que va a ser curado –parece- por un asno con bata de doctor, de ahí el título: “¿De qué mal morirá?”. Fenecerá seguro, pero ¿lo habrá matado la enfermedad o el burro?
Los XVI capitulillos del libro de Quiñonero son ágiles, lúcidos y tristemente pesimistas. Tratan de un tema muy viejo, hoy en candelero otra vez, por la famosa crisis: los males de España. Ya es dura la primera frase: “¿Tiene cura España…?”. Sabemos que “Los males de la patria” es un libro del regeneracionista Lucas Mallada, pero que Cervantes, Quevedo y Goya (sin ser exhaustivos ni llegar al 98) ya hablaban de un país que no funcionaba, que arrastraba bancarrotas de reinado en reinado y que no se reponía –iba cayendo más y más en la pobreza y el abandono- porque incluso el célebre oro de las Indias “era en Génova enterrado”. Es decir, con los banqueros genoveses que lo habían prestado. Claro que hay muchos libros que lo explican (parcial o totalmente) así la gran obra de Ramón Carande “Carlos V y sus banqueros” (1943) , ampliado en ediciones sucesivas. Mal empleo del dinero, falsa riqueza, mala estructuración del país, pobreza endémica, Quiñonero maneja muchos datos económicos de hoy –con claridad- para que veamos el mal uso del dinero y el robo de los ricos. Apela con justicia al visionarismo de Luis García Berlanga, en “Bienvenido, Mr. Marshall” de 1953, pero es quizá más polémico cuando apela ( lo trató en otro libro suyo “De la inexistencia de España”) al recordar un libro y artículo de Américo Castro, “Español, palabra extranjera” -1970- para decir que España es una entelequia. No hay una entelequia que “es”. Por lo demás es justo que Octavio Paz hablara de la “euroforia” de los españoles y de otros europeos al final de los 80 y de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, a menudo mal gobernados (no dice nada de la Iglesia católica española, indisociable de parte de nuestros males) y desde luego en un país plural pero de antaño muy mal vertebrado como apuntara Ortega. Como he adelantado –y hablamos de un libro pequeño, donde todo tiende al apunte, aunque muy agudo- Quiñonero hace un buen repaso a los males de la España de hoy, en el umbral de la pobreza, como casi siempre, y acierta con muchos diagnósticos, aunque uno sin ser optimista, piensa que es voluntariamente destructor, no por la imagen del pollino goyesco -bien hallada para este ahora- sino en capítulos como “Nadie puede salvar a España de sus demonios”, de aroma muy franquista, pero que alude a las grandes deudas de las Autonomías, especialmente Cataluña y Andalucía. Trae a cuento la frase de un conseller de Economía del gobierno catalán en 2012, que dijo: “Cataluña no tiene otro Banco que el Gobierno de España”. El manual de portada goyesca sirve para darnos cuenta de que estamos mal y porqué (quedan más puntos que podrían analizarse) y sin querer nuestro autor se apunta a lo que dijo –quizá a la par que el librito salía de máquinas- Roca Junyent, catalán juicioso: Hay que cambiar, necesitamos variar y finalizar el modelo de la Transición, pues estuviera peor o mejor hecho (muchos dirían que peor) ya no sirve. De alguna manera –algunos lo hemos apuntado- habría que refundar el Estado. Precisamente porque los males de España son antiguos y profundos, y a lo mejor a esta España la mata este gobierno (con ayuda de Europa) pero un país, que con tantos males y cosas torcidas, ha durado más de cinco siglos –verdad, con demasiadas crisis- qué duda podrá caber de que tiene fuerza y arte; otra cosa es que no precise –en eso estoy de acuerdo- un replanteo serio, pero no para cerrar sino para seguir. ¿Porqué no habla del “nacionalcatolicismo”, ya antiguo, como mal? Guste o no, el libro importa.
¿Te gustó la noticia?
¿Te gusta la página?