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NATI MISTRAL. IN MEMORIAM.

Ví muchas veces a Nati Mistral en el teatro como actriz, recitadora o cantante. A mi mamá le gustaba mucho Nati y fuimos a verla. Me encantó un monólogo suyo en que hacía de Leonor de Aquitanía en una obra antigua (1932) del dramaturgo y guionista Joaquín Dicenta, hijo. Cuando yo colaboraba en un programa dominical de la SER, del que ella era asidua oyente, me elogió a menudo o disintió buenamente con mis opiniones. Tuvimos una sensación de amistad, cuando coincidíamos. Era -y no lo negaba- muy de derechas a la antigua, pero a la vez muy abierta, pues le gustaba conocer todo tipo de opiniones y como mujer de teatro debió ser moralmente muy libre… Una vez me hicieron una encerrona en la COPE -donde Nati colaboraba en voz- sobre mi novela “Madrid ha muerto”. Allí no interesaba nada la novela -era la Cope arzobispal- sino sólo atacarme a mí como defensor de las “drogas”. Me enfadé y traté de acortar el programa horrible. Y discutí con Nati, fuerte. Pero unos días después recibí un tarjetón de ella a mano, donde me decía: “Querido Luis Antonio, los amores queridos son los amores reñidos. Un beso. Nati”. Me pareció un gesto noble que le agradecí. Era una mujer de rompe y rasga, pero con verdad y solera. Supongo que hacía ya años que no debía considerar que este fuese su mundo. Adiós, querida y múltiple Nati. ¡Otro beso! Dicen que tenías 88 años. No es mala edad para irse. Como decía una vieja amiga: ¡Ya has visto todo lo que tenías que ver… y un poco más seguro!


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