MODELO TERRITORIAL
(Este artículo se ha publicado en El Norte de Castilla)
Fue casi una santa leyenda de la Transición afirmar que Adolfo Suárez, como líder que la gestionó aunando voluntades, lo había hecho muy bien. Sino un 10, desde luego merecía un 8’5… En estos días en que se habla –otra vez- del modelo territorial, hay hasta viejos colaboradores de Suárez, como Martín Villa, que igual ya le rebajan un poco la nota al antiguo jefe. Es cierto que quienes vivimos la Transición (incluso muy jóvenes) teníamos la sensación de que todo aquello no era perfecto, pero que era lo mejor que podía hacerse, porque había un Ejército mandado aún por generales rancios que habían ganado la Guerra Civil. Había miedo, y cuando hay miedo hasta los peores nacionalistas (como a la postre resultó el corrupto Pujol) se callan. Así llegó entonces, el llamado “Estado de las Autonomías” –el actual- que contentó profundamente a pocos, pero se pensaba que la tela existente no daba para más, y todos entonaron
alabanzas de ocasión, menos los paleofranquistas –la famosa “caverna”- que en boca del escritor Vizcaíno Casas hablaba de las “Autonosuyas”. No las querían. Castilla y León perdió (respecto al modelo Castilla la
Vieja) dos provincias que fueron tan castellanas como Santander o Logroño, para hacer sendas autonomías uniprovinciales. No sé si ahora parecerá muy necesario, entonces no, pero… ¿Quién no laudaba al
benemérito Suárez y a los padres todos de la Constitución, que por cierto sería necesario renovar para cualquier cambio territorial? Recuerdo que desde hace mucho se habló de reformar el pobre papel del Senado para convertirlo en Cámara Territorial? Pero no se ha hecho. ¿Por qué? Porque toda la derecha, y algunos prudentes del signo que fuere, tienen miedo. Si se empieza a tocar el pastel constitucional, quien nos dice que ahí no se abran hueco quienes defienden lo que se llamó la Antiespaña?
Como vemos –y el tema es largo y lleno de distingos- hoy día ya no se piensa que la Transición fue una ingeniería insuperable. Los socialistas hablaron muy pronto de un Estado Federal (con mayor tradición europea que las autonomías) y que a mí personalmente no me molesta, si se sigue el modelo alemán, verbigracia, pero se desarma a los nacionalismos hoscos y medievales, que el franquismo no mató sino que avivó, como muchos predijeran. ¿Por qué no un más flexible Estado Federal, con poder central para lo que incumbe a todos? Otros –más o menos atrevidos- hablan de suprimir las autonomías, respetando todas las singularidades locales, pero acabando con tantos servicios paralelos, tan costosos? No me parece mal, pero ¡cómo se pondría el patio…! Dejar sólo las autonomías que encierran “conflicto” (digamos Cataluña o Euskadi) es hoy la solución peor porque crearía de inmediato agravios comparativos… ¿Y entonces? No parece que los políticos –prudentes o
miedosos- anden sobrados de imaginación. Lo que sí van viendo algunos es que nuestro Estado histórico, el inmenso poder que fue España, nunca se ha edificado bien del todo, desde los Reyes Católicos. Uno de los grandes estados –e imperio- europeos, real, fuerte, pero mal construido… ¿Sería bueno volver a la monarquía de “las Españas”? Acaso, pero ¿cómo? España debe seguir y tiene que seguir y mejorar, pero necesita empezar una etapa nueva que no se sabe abrir. Suárez tuvo mérito, pero no fue el “non plus ultra”. Ni mucho menos.
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