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MI PACO BRINES

La Generación del 50 (hoy ya hasta casi transcurrido todo, incluso el momento de los lauros) fue famosa más bien tarde, con la excepción inicial de José Agustín Goytisolo y más tarde y con más peso, Jaime Gil de Biedma. A Francisco Brines -Oliva, Valencia, 1932- no le importaba mucho la fama. Vivía humildemente muy bien, dedicado a la poesía y a la noche. Yo vi su recién aparecido “Aún no”en 1971 y lo compré, aunque me parecía lejos de mi fervor veneciano de entonces -esta historia le ha gustado mucho a Brines- por el título de un poema, “Entre las olas canas, el oro adolescente”. Lo conocía de vista. Pero fue al salir por primera vez “Ensayo de una despedida” (1974, entonces con prólogo de Bousoño, en la época el gran amigo de Paco) cuando yo escribí sobre el libro para “Insula” y empecé a ver a Paco Brines y a compartir sus (nuestras) salidas nocturnas, con enorme intimidad, que algún día he de contar, hasta las claritas del alba. He sido y soy amigo de Paco, pero durante 30 años, la intimidad literaria y noctámbula fue absoluta. En el verano de 1976, Brines (nada dado a escribir cartas) me escribió una larga desde Elca, diciéndome que, en ese momento, nuestra amistad era plena… Y lo siguió siendo. Lo he pasado muy bien con Paco y he aprendido mucho de él. Ambos compartíamos la cercanía de Juan Gil-Albert y hasta cenamos en su casa.

Yo tengo que hacer un libro sobre la totalidad de Paco (que muy pocos conocen) y lo haré. Pues sus dos íntimos iniciales, Bousoño y José Olivio Jiménez, murieron y ya hace años. Siempre le dije a Paco -perezoso para el ensayo, que se le daba muy bien- que sus dos libros que prefiero son “Palabras a la oscuridad” (1966) y “El otoño de las rosas” de 1986, dentro de una obra señera. No puedo olvidar que él presentó mi libro “Hymnica” en 1979 y que escribió un largo artículo sobre él. Sé que ese libro le tocó especialmente.

Claro que Francisco Brines merece el Premio Cervantes que obtuvo ayer. Pero le llega con justicia, pero tarde, en alas de esa rara gerontofilia de la cultura española. Mi gran y querido Paco tiene 88 años -cumplirá 89 a fines de enero- pero lleva años de un fuerte deterioro físico, después de dos infartos (el primero en 2003) y el segundo con una grave operación. Prácticamente sordo, con muy mala visión y mala movilidad, Paco es un poco su sombra en el entorno mágico de su Elca, arriba de Oliva. Paco está tan delicado -aunque tiene personas que le cuidan, nada le falta materialmente- que yo dudo (con mucha tristeza) que incluso pueda venir a recoger el Premio ni apenas hacer el discurso. Paco Brines es luz de la gran poesía nueva de la tradición, un gran poeta, pero el merecido Cervantes, le llega tarde -lo he dicho- a una persona hermosa cuyo declive es demasiado evidente. Felicidades merecidas a Paco y un sentimiento de honda amistad (ya muy larga) donde se mezclan alegría y tristeza. “De luz, de tiempo, de palabras, de hombres”.


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