MAMÁ
Hoy ha hecho tres años (ya ha pasado hace horas el momento exacto) de la muerte de mi mamá. La muerte -acababa de cumplir 91 años, y murió como quería, tranquila) se supera. Porque uno se acerca a la Naturaleza. Lo que tal vez no se supere, y menos yo que me he quedado solo, pues era hijo único, es la tremenda sensación de desamparo en que resultas. Todo se te hace tremendamente cuesta arriba y son muy muy pocos los dispuestos a ayudar de verdad, más allá de la cortesía. Mamá me lo advirtió alguna vez, pero mientras ella vivía (por anciana que fuera) yo me me percataba. Tras su muerte viví seis meses en su casa, casi sin cambiar nada. Luego tuve que vender esa casa -grande- comprar otra más pequeña, hacer mudanzas y poner las cosas de la casa antigua (las que no vendí o desaparecieron) entre la casa nueva y la mía. Empezó un tremendo sinvivir con banco, abogados, notarios y la inmensa sordidez de la vida cotidiana. Todo empezó por una de esas agencias -la que me cayó, un nido de avaricia y horror- que dicen que te “ayudan” a deshacerte de lo que ya no quieres. Lo llevaba una mujer, a la que maldigo. Tu casa quedará diáfana (menos mal que les hice parar a tiempo) pero de cuanto se llevan sólo una parte va a una subasta conocida, que aunque a precios muy bajos, te paga. Es el puro reino de la usura y la truhanería. Amparándose en el dolor que te embarga, se aprovechan vilmente de ese dolor y abusan y roban. Pues más de la mitad de lo que se llevaron -mi error, aceptar un listado sin firmar, todo se hace bajo el signo de la rapiña y del abuso- ha desaparecido por entero, ni rastro. Y por supuesto, yo no he cobrado un céntimo. Horrible. Una amiga abogada -que ahí tuvo uno de los mayores patinazos de su vida- me pidió que hiciera un préstamo (ante notario y con intereses) a un abogado ya mayor y supuestamente solvente e importante, que andaba en malos pasos y no me pagó en el momento debido. Un abogado rico que se venía abajo por malos negocios, falto de toda ética, y que estaba dispuesto a arrastrar en su caída a todos. Deshonesto y mil veces mendaz, no le importaba el daño que hacía para
intentar salvarse. Al fin, casi un año después, tiene que vender sus inmuebles para poder salvar (esperemos) su mucho daño y mucha miseria.El juicio debe salir pronto, pero contaré cuanto sé de ese bribón sino cumple antes. A él no le importaba el daño y yo me defenderé dejando su nombre mancillado, más abajo todavía. Error grueso de la abogada amiga… A todo esto, súmese la vida normal, las trastornos cotidianos y mi soledad -menos en Colombia- para comprender lo que ha sido mi vida tras la muerte de mamá. Y he seguido trabajando y escribiendo en una España, con una terrible crisis de cultura. No pienso que han pasado tres años, desde la muerte de mamá, sino tres siglos llenos de gentuza, vulgaridad y ladrones a mansalva. Como decía Gil de Biedma, “este no es mi mundo.”. He escrito un libro sobre mi madre (palabra que nunca utilizaba con ella) y que se llama “Mamá” y saca en unos días Cabaret Voltaire. Hay memoria, pero no es una memoria ni menos una biografía, es un diálogo con ella, sobre el amor de las madres, acaso el exceso de protección, y un ser -mamá- que tuvo mucho de excepcional, y que siempre supo valerse, cosa que a mi -recordemos a los rufianes del entorno- me cuesta trabajo. Haber sido mimado y en muchos aspectos sobreprotegido, se paga. Pero no dejo de echarte en falta mamá hermosa, ni de recordarte como lo
hago hoy singularmente. No estás, pero a veces quisiera verte un ratito. De casi nadie podemos nadie decir eso. Mamá, hasta luego, querida…
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