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Libros antiguos, libros de viejo, libros…

(Este artículo se publicó el jueves en El Mundo).

Es sabido que Azorín (solitario, fino escritor) era gran paseante de librerías, tabucos con libros viejos, puestos callejeros o lugares donde los libros se saldan, a veces  de antiguas bibliotecas. Azorín pasó a su amigo  Baroja esa pasión, de donde don Pío elevó la gran biblioteca de Vera… Ambos hablaron mucho de esta ansia de andarines letraheridos y ambos se quejaron de esas librerías donde no dejan que el cliente hojee o lea… Azorín dirá: El mal librero no sabe que la gana por el libro nace al tenerlo entre las manos. ¿Quién no lo comprobó? ¿Quién no gozó el gusanillo? Fórcola ha reunido artículos de Azorín sobre libros, muchos  inéditos para el lector español porque sólo salieron en periódicos porteños,  y ha dado con el título “Libros, buquinistas y bibliotecas”. Tanto Baroja como Azorín fueron muy parisinos, y si tenían amigos entre los libreros/chamarileros de acá, también entre los buquinistas de las orillas del Sena, puestos que parecen cajones y siguen existiendo. A ambos les gustaría la hispanización de “bouquin” en francés tocho o libraco viejo… Para los amantes de ese mundo (que ha crecido y encarecido, como lamentaba Azorín en los años 20) este tomo de artículos es canela fina, también porque redescubre ese sencillo y exquisito estilo azoriniano, estupendo: “Que haga frío o calor, el librero de viejo está siempre en su puestecillo…”

Mucho de lo que Azorín cuenta en estos artículos está vigente, pero hay que ponerlo cerca.  Cuenta que fueron a parar a su biblioteca ejemplares que pertenecieron a la de Cánovas del Castillo, alto político y hombre de gran cultura que anotaba en lo que leía. ¿Es bueno que se dispersen las grandes bibliotecas? El bibliófilo está encantado (yo tengo muchos libros que fueron de Giménez Caballero) pero el docto las prefiere juntas y en Fundaciones donde se puedan consultar, como la gran biblioteca de 40.000 volúmenes de Menéndez Pelayo que Azorín visita en Santander y allí sigue. Todos tenemos razón. Y en realidad el libro disgregado sólo pasa a ser de otro conjunto. Ni a Azorín ni a Baroja, ropavejeros del libro, los hubiera gustado lo que ya existe entre nosotros y se daba en el París de su época –librerías que no visitaban o sólo de tapadillo- santuarios del libro antiguo, de más de cien años, con primeras ediciones bien encuadernadas y a veces con dedicatoria.  Pagué una pequeña fortuna por la primera edición -1928 y dedicada- del célebre “Romancero gitano” de Lorca. Azorín me hubiese regañado: Hay que husmear el Rastro o las Pulgas… Acaso le hubiera inquietado saber que la mayoría de sus libros –incluso dedicados- valen menos que Lorca… Cuidado: vivió y escribió mucho más. El mercado del libro anticuario, que florece, no era el de Azorín y compañía. Ellos preferían los chiribitiles donde se amontonan libros que ni el librero sabe o las pilas que ennegrecen las manos y donde hay que sentarse –cerca la estufa- para calibre y regateo. Ese libro viejo de incógnito  (no es lo que Azorín llamaba “clásicos clandestinos”, raros segundones que luego hechizan) es género que va desapareciendo, porque el librero es más avispado  y ya ni en Moyano hay gangas donde tantas encontraron Azorín y Baroja, cuando los libreros de lance madrileños pasaron de las verjas del Botánico a la nombrada Cuesta donde siguen…  Para navegar esos mares hay que bajar muchas sentinas.

No pongas cara rara si oyes hablar de “libros de saldo”, como si fuera demérito. Pues hoy que pocas librerías guardan  fondo, y la mayoría de las editoriales descatalogan rápido lo que no sea “best seller”, para el aficionado es maravilla encontrar –y en verdad no caros- libros ilustres, no viejos exactamente, pero no nuevos ya y que las editoriales han exiliado. Una feria de libros de lance, vale tanto  –socialmente- como una anticuaria donde encuentras por un ojo de la cara “El retrato de Dorian Gray” dedicado por Wilde o “Viaje al fondo de la noche” hasta con un dibujito de Céline, el canalla. Todo es oro distinto, pero el amor a estos libros es cultura, ruleta, ansia, vicio azorinesco.


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