LAS VARIAS VIDAS DE GUSTAVO DURÁN (CAVAFIS, GIL DE BIEDMA))
Hace ya bastantes años, en Las Palmas, visité con Rafael Alberti el recoleto Museo Néstor, que yo conocía bien. Al entrar en la pequeña rotonda donde se ubican los hermosos lienzos simbolistas del “Poema del Océano” y en particular ante el luminoso cuadro “Mar en reposo” (con un joven rubio y desnudo que hace la plancha en el agua quieta) Alberti exclamó sorprendido: “¡Andá, el capitán Durán!”. Fue a raíz de aquella exclamación cuando até cabos sobre quien había sido aquel fascinante Gustavo Durán (1906-1969), hijo de un militar aragonés que destacó en la guerra de Cuba y que luego se hizo empresario en Barcelona… Bisexual, amante y amigo del famoso pintor canario Néstor de la Torre, Gustavo (rubio, guapo, con aires dandis) frecuentó la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde fue amigo de Lorca –con quien tocaba el piano- de Alberti (puso música a dos de los textos de “Marinero en tierra”) o de Buñuel… Entonces era músico, y llegó a componer y a estrenar en Europa –nada menos que para “La Argentina”, Antonia Mercé- el “Fandango del candil”, que le encantaba a Federico.
Cuando creyó que nunca llegaría a ser un gran compositor, en París, rompió amigablemente con Néstor, y se dedicó al doblaje cinematográfico, amigo (y quizá amante) de Anaïs Nin, de Hemingway o de Alejo Carpentier. De vuelta a Madrid, en 1933, sigue dedicándose al cine, hasta que la guerra civil (que siempre le pareció terrible) le llevó a cambiar de nuevo: se alistó en el lado republicano –él que había sido un señorito- y cuando acabó el desastre y abandonó España, en 1939, a bordo de un buque de guerra británico, era ya coronel del Ejército Republicano. Más tarde (es imposible no abreviar) fue diplomático y se casó en Inglaterra y tuvo hijas. Para los comunistas era un espía del capitalismo, para los anticomunistas feroces (como el senador McCarthy) un comunista emboscado, de lo que se tuvo que defender. Hemingway –que lo admiraba- lo saca en “¿Por quién doblan las campanas?”; Malraux, que se fascinó con él, lo pintó como Manuel en “L’espoir” (La esperanza) su novela sobre nuestra guerra… Músico, cinéfilo, militar, diplomático, espía… ¿Qué era o no era el mágico Gustavo Durán? Una biografía, “Comandante Durán” (Destino) del historiador y periodista Javier Juárez lo narra con estudio y amenidad. A la postre (parecía inevitable) Durán se fue a Grecia, tocado ya del corazón, y allí se encontró con otro barcelonés, Jaime Gil de Biedma,
que en algún sentido se enamoró de Gustavo. Le dedicó un poema “Para Gustavo, en sus sesenta años” que termina: “Y en el momento de morir da las gracias./Una vez me dijiste que lo harías.” También le está dedicado el último libro poético de Jaime, “Poemas póstumos”. Enamorado de toda belleza y de toda intensidad vital, el propio Gustavo está enterrado donde él eligió, bajo un gran roble en un pueblo apartado de la isla de Creta –Alones- a cuyos habitantes ayudó. Su viuda recibió cartas de Buñuel, de Max Aub, de Jaime Gil, de Alberti, de todos los que quedaban. Otros ya habían muerto sin que los conociera. Sí, Gustavo
Durán es una imagen de la espantosa tragedia española, pero es también el emblema del hombre empeñado en seguir todos los caminos de la libertad, la propia y la ajena. Un grande de nuestro país. Desde el sexo a la política -también tuvo relaciones homosexuales en Grecia- pasando por la guerra si no había otro pasar. ¡Impresionante señor! (Ahora un muy esmerado libro editado por Pre-Textos, “Días finales en Grecia. (Cavafis, Gil de Biedma)” muestra al último Durán como buen traductor de Cavafis, en unas cuantas y bellas versiones más un poema propio, el único, que envió a Gil de
Biedma y que este dejó a Alejandro Duque Amusco, que es el muy minucioso preparador pudoroso de la edición. Durán, Cavafis, Gil de Biedma. Gustavo Durán retornaba, en parte, al origen.)
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