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JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ Y LA LIBERTAD

José María Álvarez (Cartagena, 1942) es de todos los poetas novísimos de las diversas antologías, y aún de todos los poetas que podemos formar “La Generación del 70” -acaso ya el término más habitual- uno de los mejores, más felizmente políticamente incorrectos y uno de los que mejor y más bellamente ha evolucionado. Atrás quedó aquel abundante “Museo de Cera” lleno de culturalismo, a veces incluso algo desaforado.  El culturalismo -la vivencia de la cultura, la cultura como vida- es una nota clara de algunos poetas novísimos y de Álvarez en particular: Viajes, erotismo, libros, placeres, la vida como un jardín  que conocer y disfrutar en hermoso elogio de la libertad individual. Ello marca la última etapa de Álvarez -y acaso la mejor- en libros como “Sobre delicadeza de gusto y pasión” (2006) o “Como la luz de la luna en un Martini” (2013).

Ahora, también en Renacimiento, publica “Música para el funeral de la Libertad”. El título podría oler a elegía. Pero Álvarez es sólo elegíaco en el canto a un desbordado vitalismo. Lo que Álvarez abre más auténticamente es la protesta  y el desconsuelo por estos tiempos malos. Se duele de la ínfima política actual, y juzga que el mundo está cambiando a peor y que se asesina la libertad individual (de ahí el título) en función de esa mentada y horrible “corrección política”, inventada por los peores yanquis… Pero fulgen la sexualidad, la cultura, el licor, el gozo de la belleza -carnal también- y la idea sensual en hermosos y ardientes poemas que redicen “Cómo brillaba la vida”. Álvarez: decadencia y vitalismo a partes iguales.


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