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IDEAS SOBRE LA GRECIA CLÁSICA

(Este artículo se ha publicado en la revista “La Aventura de la Historia).

El mundo que fue Grecia (la Hélade), la cultura y vida que fueron las de la Grecia clásica –pues de ella hablamos, obviamente- pueden parecer a botepronto un montón de tópicos ilustres, en la idea de que el tópico sólo llega a ser tal porque contiene verdad, aunque sea algo fosilizada. Muchos han dicho: “Grecia es la cuna de nuestra civilización” y hay que entender que hablan de la civilización occidental. ¿Y Roma entonces? ¿Y el inmenso imperio que forjó Alejandro de Macedonia, griego sólo al final, pero creador y difusor del helenismo, que es el verdadero éxtasis y amplitud de la civilización griega? Pues otros bastantes al hablar del valor señero, nuestro, de la Grecia clásica, se imaginan el Partenón y piensan en el siglo de Pericles (cinco antes de Cristo) y en el ideal  de una democracia imperfecta, pero democracia, sin duda. Normalmente a esta idea básica y muy general, se añade la severidad espartana, los héroes de las Termópilas, la lucha contra los persas –que de algún modo es la necesidad de controlar el Oriente-  y pueden, deben añadirse algunos ilustres nombres propios, Platón y Aristóteles como imágenes de una filosofía dual pero casi complementaria y perenne, algún trágico (el teatro es otra de las glorias de la civilización griega) valen Sófocles o Eurípides; Sócrates por supuesto como alma del saber y la perplejidad orales, y luego quizás            –puede haber añadidos particulares- se ha de volver otra vez, necesariamente a Alejandro Magno y sus falanges.  Grecia es la cuna de nuestra civilización: política, arte, guerra, pensamiento y literatura, aunque acaso no se llegue a nombrar a ningún poeta lírico.  Y desde luego a ninguna mujer, el orbe griego (salvo Safo de Lesbos, Hipatia ya al final) no parece un orbe de mujeres. Sí de varias maneras del homoerotismo, siempre muy presente. Nuestra civilización.  Esto es lo que hoy la mayoría (temo decirlo, sólo la ya algo ilustrada) entiende o siente por “Grecia”. La Grecia clásica.

Si intentamos ahondar un poco más y tratamos de perder momentáneamente de vista lo muy inmediato o fácil, encontraremos que incluso los doctos, los que habían estudiado las humanidades de otros bachilleratos, tampoco pueden precisar qué es o dónde comenzó la civilización griega. La columna sigue siendo la edad de Pericles, que es Atenas, pero ¿qué hubo antes de la hegemonía ateniense, también en los territorios itálicos de la Magna Grecia? Algunos recordarán, como ya griegos, los frescos de Cnossos en Creta, “el príncipe de los lirios” y las civilizaciones del Asia Menor o de las islas. Y entonces surge Troya y su remota guerra, cuando los griegos pelean diez años contra los troyanos (Troya estaba muy cerca de Bizancio, aunque hoy hay muchas Troyas arqueológicas) para recuperar la belleza de Helena, raptada por Paris.  Y así brotan nombres cargados de leyenda: Ulises, Aquiles, Agamenón, Patroclo, Casandra, Héctor, Príamo, Eneas… Ahora hemos de convenir que el significado de la cultura y la historia griegas se confunden especialmente con el gran poema de Homero, “La Ilíada”. Sabemos de ese esplendor literario aunque algunos crean que en su estado actual (hubo formas anteriores) “La Ilíada” procede de poco antes de Alejandro, y Homero, el poeta ciego, iluminado por dioses y musas, es un mito. Muchos, probablemente, han confluido en un solo Homero.  Es decir, que mucho de lo que otros entienden por Grecia (idea de Grecia, espíritu de Grecia, cultura griega) es una fusión de literatura épica y mitos. Porque los poemas homéricos no se pueden entender sin mitología clásica (Zeus, Atenea, Apolo, Afrodita)  y por tanto, entender de Grecia será entender algo o mucho de mitología, aún sin llegar evidentemente a sus casi infinitas  complejidades. Como vamos viendo, tras la idea muy elemental de “cuna de nuestra civilización”, se hallan muchos niveles, no profundos, de ideas griegas, ninguna falsa, complementarias a buen seguro, pero que sería conveniente ordenar un poco más. Aún existen (y no agoto las posibilidades) quienes entienden que el diálogo o la pregunta por el “ser” o por el principio básico del universo son la esencia de la Grecia clásica. Estamos ante quienes tienen una idea general de la llamada “filosofía presocrática”, casi únicamente conservada en fragmentos, pero que ha nutrido a muchos filósofos más o menos recientes, pienso en Heidegger por ejemplo, o en los que siguiendo al Sócrates retratado en los diálogos de Platón, piensan sustancialmente  en ese talante de conversación indagadora e iluminadora, como base y raíz de lo griego por excelencia. Entonces hay que recordar el significado etimológico de la voz “filosofía”, esto es “amor a la sabiduría”.  Si lo pensamos bien, si tratamos de recapitular sucintamente, la idea general que tiene la mayoría de lo que fue Grecia, el esplendor de una civilización, no pasa en demasía de unas cuantas ideas genéricas, no falsas, pero infinitamente matizables y acrecentables. Hay más problemas: La Grecia moderna (la de después de 1830, no hablamos de ella) ha retirado de su Historia oficial, por un absurdo nacionalismo, los siglos en que Grecia fue una provincia (muy estimada) del gran Imperio de Roma, de alguna manera seguidor, tras Julio César de la idea imperial y expansiva de Alejandro.  Esa provincia se llama (en latín) “Achaia”, Acaya…  Pero resulta que sin la devoción e incluso la “imitatio” latina de todo lo griego, admirado como la perfección de la cultura, la Hélade, la Grecia clásica hoy apenas existiría. En la estatuaria –por no hablar de otras cosas- sólo las figuras de bronce recuperadas del mar (como “los guerreros de Riacce”) pueden suponerse auténticamente griegos, todo lo demás son copias romanas –beneméritas y en general muy cuidadas- de los viejos originales griegos, fueran de Fidias, de Lisipo o de Praxíteles. Durante un tiempo se pensó que la enorme y bellísima estatua de mármol de Hermes que está en Olimpia era tan perfecta que sólo podía tratarse del original praxiteliano, cuya célebre “curva” posee con suavidad. Pero, no. Se trata asimismo de otra suntuosa copia romana. El emperador Adriano, filoheleno en todo, vivió un tiempo en Atenas (en su época una provinciana ciudad universitaria) y no sólo hizo algún moderno arco que lo recordaba, sino que mandó reconstruir y cuidar con mimo todo el patrimonio monumental ateniense que juzgaba (con razón) parte de su propia cultura. No es sólo por esto u otros gestos similares, pero es lo cierto que sin Roma mal podríamos hoy hablar de Grecia y su civilización insigne. Y lo que he dicho de Atenas vale para el Asia Menor helenizada, incluso ciudades como la gran Éfeso, protegida de Artemis, y que hoy pertenece a Turquía. Al recordar la idea de Grecia, lo que ese nombre significa, evoca y es en el patrimonio occidental, no podemos olvidar la rica escuela helenística alemana del siglo XIX, que desde Winckelmann hasta el gran Willamowitz (el que atacó filológicamente las inexactitudes de “El origen de la tragedia” de Nietzsche)  reconstruyó, hacia lo sublime, hacia el inmaculado Partenón y la estatua crisoelefantina de Atenea, toda la historia de la cultura griega, como el hito máximo de la cultura de Occidente. La Grecia creada por la filología alemana del XIX (con los himnos de Hölderlin detrás) es una lectura hoy parcialmente criticada, incluso muy criticada, pero que está lejos de haber desaparecido. Cuando Lord Byron desembarcó en Cefalonia para ayudar a los griegos en su lucha contra los otomanos, se decepcionó más que probablemente: ¿eran aquellos campesinos con gorros y zaragüelles, los descendientes de los héroes de Homero? ¿Era ello posible?  Y volvemos a recordar que todos los romanos importantes (desde la edad republicana) no sólo hablaban y leían griego sino que habían pasado de jóvenes algún tiempo en Grecia estudiando. Cicerón sería un caso ilustre. ¿Era ya la antigua Micenas Grecia? ¿Lo eran los aqueos que asediaron Ilión o Troya?  ¿Eran griegos (ellos se autollamaban “romanos”) los griegos del Imperio bizantino, cuando el Imperio de Occidente –en 476- ya había oficialmente caído y se había fragmentado, medievalizado, en lo que serán los países y las lenguas neolatinas?

Como vemos (someramente) no es fácil dar una idea precisa de qué fue y es en nuestras cabezas la gran civilización griega, de la que en no escasa medida procedemos, no sin traspiés, y desde luego pasando por Roma y luego la cruz de Cristo. Pero seamos sinceros, esa cruz de dios semita nunca fue parte de la civilización griega clásica, que tuvo misterios y sibilas y divinidades que sangraban o morían como Atis o Adonis, pero no Cristo. Intentemos, pues, sintetizar tantas ideas (complementarias) populares o más o menos eruditas, especializadas, hacia un saber básico de qué fue Grecia, la Grecia clásica, incluido por supuesto el helenismo.  Grecia fue un momento de la historia de Occidente, un momento variado en siglos y dominaciones de diferentes ciudades con sus correspondientes colonias, en Asia Menor o en la Magna Grecia. A ese momento de la Historia que fue Grecia no le faltaron esclavos, ni guerras (internas y externas) ni la sumisión de la mujer al hogar –salvo en el caso de las heteras- ni muchas tropelías varias. Pero en ese momento que fue Grecia y no de una manera estanca sino fluida, el hombre pensó básicamente en el hombre y en su dignidad. De forma que inventó el germen de la democracia (contra la tiranía), entendió que los dioses, sus generaciones y familias, están hechos en bien o en mal a la medida del hombre, pero el ideal de belleza que esa vida culta elevó, hizo de esos dioses seres grandes que habitaban el Empíreo y siempre jóvenes. Grecia fue esencialmente joven, un culto a las diversas maneras de la juventud (el deporte, la desnudez, la energía) y de ahí brotó la literatura que ríe, satiriza, canta, se purifica en el horror trágico, o goza con la magia lingüística de los versos épicos o del pensamiento, a veces también convertido en literatura. Grecia es humanismo, culto a lo bello, sentido de la Historia, gusto por el canto, reflexión, educación, saber. Grecia es la búsqueda del hombre por el hombre.  Política cívica, tolerancia moral (cabían diversas religiones y escuelas de pensamiento) homo mensura, es decir, el hombre como medida de lo visible o de lo invisible, como no en balde sintió el Renacimiento. Sacralidad del mundo natural, relativa normalidad de la muerte –todo lo que es cesa o se transforma- y acaso además, desde el helenismo, la idea también de que esta cultura humanística puede llegar a los bárbaros (los que están fuera de las fronteras de la Hélade) aunque ello suponga a veces, Antioquía o Alejandría fueron ejemplos, una superficial contaminación con lo “oriental” que podía tocar ropa o maneras pero no la esencia humanista. Grecia es ese momento de la humanidad que piensa diversamente en el hombre como medida y que termina con Roma pero queda en las cabezas de los más sabios, y queremos que vuelva e intentamos rehacer esa Grecia real e idealizada. Grecia sigue siendo por eso joven (su idea) y por ello Zubiri pudo decir “los griegos somos nosotros”. Esto es Grecia, un estado de la mente y de la Historia que estuvo, que estudiamos, que idealizamos o parcialmente denostamos, pero al que queremos volver en más de una manera. Grecia real y la Grecia de nuestra mente perfeccionadora.


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