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En la muerte de Gabriel García Márquez (1927-2014)

Aunque como él puso de moda decir, la suya era desde hace más de un mes “una muerte anunciada”, porque estaba perdiendo la lucha con el cáncer linfático, detectado en 1999 y de la que había triunfado en ocasiones, la muerte de un peso pesado de nuestra literatura, siempre toca. Como muchos de mi generación, yo lo leí relativamente temprano, cuando el “boom” de la literatura latinoamericana -como se decía- dejaba casi en dique seco a muchos novelistas españoles atascados por el atraso de la censura franquista. Estando en mi último año de bachillerato (1968) un amigo me prestó “El coronel no tiene quien le escriba” -1959- lo primero que leí de Gabo. Es una novela corta que me gustó pero no me deslumbró. Diré primero lo menos bueno: algunos libros de García Márquez sólo me han gustado a secas, por ejemplo “El general en su laberinto” (1989), sobre el final de Bolívar, o “Memoria de mis putas tristes” (2004), su última novela corta, aunque esta con un peculiar encanto, a partir de su origen -sólo origen- en el japonés Kawabata. Creo que son buenos relatos menores, pero lo que fascina ahí y siempre en Gabo es la insólita, fértil, innata capacidad de meramente narrar muy bien. Al principio García Márquez me gustó mucho menos que Cortázar, por ejemplo, pero hoy no sé si compararía.

Gabriel García Márquez nació en el pueblito de Aracataca en Colombia en febrero de 1927 y sus comienzos fueron como periodista en “El Universal” de Cartagena y en “El Espectador” de Bogotá. Su primera novela es “La hojarasca” (que no he leído) y que se publicó en 1955, aunque según el autor llevaba años escrita porque le costó hallar editor. Poco después se marchó a París, como corresponsal, y después llegaría su etapaespañola, en Barcelona, con otros latinoamericanos del “boom”, entonces -diríamos- más felices aún que famosos. Algunos siempre comentaron (lectores, digo ahora) que no pareciera importarles el franquismo a autores -como el propio Gabo- con tanta sensibilidad política de izquierdas después.  Pero eran jóvenes. Por entonces se escribió y publicó (en Buenos Aires) “Cien años de soledad” -1967-. Es sin duda la gran novela de Gabo, por Macondo, que ya existía, por elrealismo fantástico, y porque la influencia de Faulkner se hace totalmente García Márquez. Mis buenas lecturas de Gabo fueron en los años 70 y 80, cuando él, todavía muy activo, publicó alguna de sus novelas mejores o que yo prefiero, “Crónica de una muerte anunciada” (1981), “El otoño del patriarca” (1975) , “El amor en los tiempos del cólera” (1985) o “Del amor y otros demonios”…  Entonces además (y temprano para lo que el premio acostumbra) le dieron el Nobel a García Márquez en 1982. Recuerdo bien la retransmisión televisada.  Confieso que nunca entendí del todo las veleidades políticas de Gabo, tan pronto tardíamente castristas como más convencionales, propias ya de un hombre rico. Sólo me gustó que siempre fuera políticamente antinorteamericano, antiyanqui, porque ningún hispanoamericano consciente puede olvidar el daño que EEUU ha hecho en Sudamérica, y ello pese al éxito que también tuvo en EEUU, aunque eso sea otra cosa. Los últimos años de Gabo (convertido en una celebridad mundial) han sido, para mí, menos interesantes. El escritor se apagaba, quizá salvo con la publicación desus incompletas memorias en 2002, “Vivir para contarla”. Un inmenso, un gran novelista y narrador vivísimo, cuya naturalidad de prosa siempre me ha arrastrado con placer, aunque no haya sido nunca mi preferido del “boom”, ya historia. Pero con Gabo se va buena parte de una historia nuestra. Ha fallecido en su casa de México con 87 años.


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