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En la muerte de Félix Grande (1937-2014)

(Publicado el viernes en El Mundo).

Alto, delgado, de casi siempre canoso pelo abundante, un hablar mesurado y grave, y un corazón excelente, Félix Grande ha sido, muchos años, un referente en la vida cultural española. Lo conocí en los años 70, siendo yo muy joven, cuando me invitó a colaborar –lo hice, a menudo- en la revista “Cuadernos Hispanoamericanos” que él guió muchos años, y que sin él no ha hecho sino languidecer. Félix (de familia humilde y republicana) nació el 4 de febrero en Mérida –Badajoz-, donde vivió sus primeros dos años, pero él se consideraba más de Tomelloso –Ciudad Real- donde fue a vivir de pequeño a casa de un abuelo, pastor de cabras y donde vivió hasta los 20 años. Muy admirador de Miguel Hernández, le oí decir en un recital que hicimos los dos hace ya tiempo, que Miguel estaba en todo por delante de él, salvo en una ínfima cosa: “Yo he sido mucho más tiempo que él pastor”. Guitarrista flamenco y experto conocedor del tema, Félix se vino a Madrid en 1957, donde trabajó en lo que pudo, hastaque en 1961 –un tanto bajo la protección de Luis Rosales, al que siempre quiso bien y respetó- entró en “Cuadernos Hispanoamericanos”, en una etapa muy fecunda, de la que sólo salió en los años 80 por la jugada de una persona vil a la que él dio primero cobijo…

Félix Grande era un hombre excelente, apasionado, hondo, pesimista, siempre de buena conversación. Se casó con la poeta Francisca Aguirre (a cuyo padre fusiló el bando franquista) y tiene una hija, poeta asimismo, Guadalupe Grande. Aunque escribió narrativa, ensayo y periodismo, Félix se quiso ante todo poeta y recitaba despacio y con voz grave. Publicó su primer libro en 1963 y fue premio Adonáis, “Las piedras”. Ello hace de Félix –siempre un tanto independiente- un miembro joven de la “Generación del 50”, de la que saca una veta social/existencial , que en él tiene que ver con Miguel Hernández y con César Vallejo, dos de sus poetas favoritos, y también ese tono reflexivo y lírico-narrativo de la llamada (quizás impropiamente) “poesía de la experiencia”. Su primer libro de éxito fue “Blanco Spirituals” (1967) que fue premio Casa de las Américas, en Cuba y que en España fue una referencia de una protesta nueva. Algo antes había  publicado “Música amenazada”.   Para ese tiempo Félix era ya narrador (“Las calles” se publicó en 1965) faceta en la que llamó menos la atención. Hasta donde sé, su último libro de relatos fue “La balada del abuelo Palancas” de 2003. El ensayo, recogiendo artículos o centrándose en un tema, fue más  notorio, incluyendo el tema flamenco. Destaco: “Mi música no es para esta gente” (1975), “Memoria del flamenco” (1976)         –ampliado después-, “Siniestro lugar este mundo, caballeros” (1985), el polémico “La calumnia” (1987) donde defendía a Rosales de la vieja historia de su relación con el asesinato de Lorca, tema que Rosales prefería olvidar, porque había sido duro y falso para él, decía, pero que Félix acometió como la defensa de un amigo. Y uno de los últimos, “García Lorca y el flamenco” de 1992. Su gran tema. Félix –de aire serio que no era verdad- pasaba a menudo por hombre agónico, demasiado triste desde ese existencialismo de base que profesaba. Su pesimismo era verdad, como he dicho, pero también su tenaz vitalismo y su saber gozar cuando la ocasión llegaba.  Como su querido César Vallejo, élpodía decir asimismo: “Salud, oh creadores de la profundidad.” Es emotivo su poema en homenaje a una puta, a la que agradece su buena primera experiencia sexual, cuando él era muy joven e inexperto. Le da las gracias y le llama “señora”. Creía en la gente sencilla.

Pero, como adelanté, es la poesía el mejor dominio de Félix Grande: Reunió su poesía completa en “Biografía” (1971) que ampliaría en sucesivas ediciones, pero que será el título de su poesía general. Publicó después “Taranto. Homenaje a César Vallejo” (1972), “Años” (1975) y uno de sus libros más conocidos, donde inauguraba un heterónimo a lo Pessoa o lo Machado, “Las rubayatas de Horacio Martín” en 1978, que le valió el premio Nacional de Poesía de ese mismo año. Luego vinieron muchos años de silencio lírico (Félix decía que la poesía no se plegaba a nada, había que esperarla paciente) que se rompió, a fines de 2011 con “Libro de familia”, creo que lo último del poeta.   Aquejado de una dura y rápida enfermedad, Félix Grande ha fallecido en Madrid, con 76 años, el 30 deenero de 2014. Para mi será el amigo discreto y serio con el que me encontraba muchas mañanas, trajinando ambos entre los libros, en “Visor”. Había escrito en un poema, pese a describir daño y horror: “Me moriré pensando que la vida era buena.” Poeta y persona, indudablemente.


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