¿EL FIN DE LAS “FOLCLÓRICAS”?
(Este artículo se ha publicado en los diarios del grupo Promecal)
Con la muerte hace unos días de Marujita Díaz, parece que se acaban unas mujeres guapas y singulares, demasiado “made in Spain”, que llenaron revistas del corazón (cuando de veras eran corazón y no vísceras) y siempre pantallas y canciones… Tengo edad para recordar bien, y a botepronto, unas cuantas: Lola Flores, Carmen Sevilla, Paquita Rico, Estrellita Castro, Sara Montiel, Lolita Sevilla o Marujita Díaz haciéndose la ingenua con ojillos giratorios. En el franquismo casi todas (Sara no) eran afectas al Caudillo; llegada la democracia se volvieron socialistas. La política les daba lo mismo. De jóvenes habían sido muy
hermosas, eran actrices regulares pero daba gusto verlas, cantaban o bailaban cuplés, coplas o rumbas flamencas, pero sobre todo se decían muy españolas y eran como la encarnación –demasiado local- de un
“glam” hispánico, muy poco exportable. Hay dos excepciones: Lola Flores era una fuerza de la naturaleza, cantaba regular y no era muy guapa, pero resultaba un terremoto en el escenario y arrastraba de veras. Además luego de su juventud tumultuosa con Manolo Caracol (todas eran de moral muy laxa, y hacían bien) quedó en apariencia como una singular madre de familia, matriarca para colmo, y española hasta los tuétanos. Era un ser muy singular. La otra excepción fue Sara Montiel,
“Saritísima”. Fue nuestra única estrella internacional de veras, se autoexiló en México y fue amiga o amante de muchos republicanos (entre otros el poeta León Felipe) se casó de entrada con un notable director de cine hollywoodiense, Anthony Mann, y cometió el relativo error de volver a España con “El último cuplé” de donde ya no salió, ni de España ni del cuplé. Era una auténtica belleza.
Las demás entre casticismos, escotes, pudor o andaluzadas, fueron el tecnicolor de un Régimen bastante casposo y siempre en blanco y negro. Marujita Díaz, luchando mal contra la inevitable vejez, se hizo en sus últimos años carne de la telebasura, que dominaba a las mil maravillas. Por supuesto el que la quiera bien debe verla en los años 60 y no en el final con Dinio… Todas ellas hicieron localismo a raudales, todas eran más españolas que la banderita rojigualda, y todas lo hacían casi todo regular pero con gracejo (a veces impostado) y mucha exhibición de fachada. Entre ellas no cuenta Conchita Piquer que fue una tonadillera de verdad. Las folclóricas eran otra cosa: la chispa cateta que podía dar una España atrasada. Lentejuela y purpurina y a veces vidas privadas muy locas. Ya digo, salvo a Lola y sobre todo a Sara, pero no condeno a ninguna. Fueron lo que éramos y dieron color aunque acabaran con olor a casquería sentimental. Pero tenemos que quererlas y estarles agradecidos. Eran el glamur en época de penitencia. Benditas sean.
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