“EL DIOS DEL JARDÍN” DE FORREST REID
En la muy minoritaria y benemérita editorial “Amistades particulares” (que trata de ir publicando, muy principalmente, literatura “uranista”, literatura de trasfondo gay y de amor a los muchachos, cuando aún, todo condenado, casi nada podía decirse) acaba se salir, con traducción y prólogo de Carlos Sanrune, “El dios del jardín”, la novelita más famosa y bella de quien fue un casi secreto pero activo autor norirlandés, que nació y vivió casi toda su vida en Belfast, Forrest Reid (1875-1947). Casi todos los “uranistas”, nombre prestigioso que viene de la advocación de la Afrodita “uranós” (celeste), según Platón, frente a la Afrodita “pandemos” (o popular”),fueron en general notables autores “menores” -como el propio Reid- muchos poetas muy bien estudiados en el libro de Timothy d’Arch Smith, “Love in Earnest” (1970) -obsérvese la sutil alusión wildeana- pues el esplendor y la tragedia de Óscar los alcanzó de lleno… Forrest Reid,gran admirador inicialmente de Henry James (considerado, no sé si siempre con razón, un gay muy “armarizado”, posiblemente y ante todo era impotente, de ahí su desdén por lo sexual) le dedicó a su maestro “El dios del jardín” -1905- que James rechazó abiertamente no volviendo a tener más trato
con Reid, nunca. Otra cosa fue su buena amistad con el también “armarizado” -eran cosas de la época- pero mucho más moderno y liberal E. M. Forster. Libro esencialmente lírico, en “El dios del jardín”, Reid no cuenta nada y lo dice todo: un muchacho, “Graham” que vive su adolescencia entre sueños como amigo de un jovencito griego soñado, el de la estatua romana del “Espinario”, que está en el jardín de la casa paterna, al llegar a un colegio inglés, conoce de verdad a un espléndido y bello muchacho, Harold, que se convierte en su genuino y profundo amigo “griego” y con el que pasa unas magníficas vacaciones estivales. En un accidente, que recuerda los mitos sacrificiales de Atis o Adonis, Harold muere al ser
arroyado por unos caballos desbocados que arrastran un carro. Es el final, el Graham de Forrest Reid estará condenado a soñar siempre con ese dios griego que se desvaneció. “El dios del jardín” fue la
segunda obra de un escritor relativamente prolífico pero semioculto (escribió también sobre Yeats y tradujo poemas de la “Antología Palatina”) que ahora reaparece por primera vez entre nosotros. Reid no es ningún genio, pero sí un buen escritor noble y refinado, que es lógico que cuente entre quienes, incluso, desconocen el mito de Jacinto y Apolo. Forrest Reid.
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