De nuevo, con Alma-Tadema
(Artículo publicado en la revista “Bonart”. Octubre)
Es una notable exposición, porque el arte del “fin de siglo” británico nunca ha abundado por estas latitudes, y así brilla la muestra del Thyssen madrileño, “Alma- Tadema y la pintura victoriana” en la colección Pérez Simón. Hay cuadros ( y buenos) de Burne-Jones, de lord Leighton, de Albert Moore e incluso de Dante Gabriel Rossetti, pero abunda el holandés (que no británico, aunque triunfó durante su vida inglesa) Lawrence –sus primeros cuadros en neerlandés, Lourens- Alma-Tadema. Abunda el redescubrimiento llevado discretamente al presente de la antigüedad greco-romana, muchas mujeres hermosas (ninfas o no) y todavía algún recuerdo medievalizante de las leyendas artúricas que, años atrás, había encendido la moda prerrafaelita. El elemento simbolista es mucho menor, por ejemplo, que en la coetánea pintura francesa, pero sobre todo en Lawrence Alma-Tadema (1836 -1912) se deja ver con fuerza el imperialismo victoriano…
De hecho Alma-Tadema, fascinado como tantos con las ruinas de Pompeya (algunos de cuyos hallazgos reprodujo, de modo natural, dentro de sus cuadros) hace una sutil y ágil lectura del patriciado victoriano. Los grandes hombres de la reina Victoria se corresponden en poder y gusto a los patricios romanos de le edad de Augusto. Y es más, ambos veraneaban o dilapidaban sus ocios en preciosas villas al sur de la península itálica, reproducidas suntuosamente en muchos lienzos luminosos de Alma-Tadema. De esa unión, y del retrato de mujeres guapas (sin la ambigüedad de otros clasicistas) vino muy probablemente su gran éxito. Victorianos y augústeos equiparados en muy adivinable igualdad. Alma-Tadema pintó esplendor, lujo, calma y arte antiguo para prestigiar a la oligarquía victoriana, visitando, por ejemplo, una tienda de antigüedades. Sólo se permitió algún equívoco esteticismo (representado en esta muestra) en el hermoso cuadro “Las rosas de Heliogábalo”, que es un banquete al aire libre del sur entre una muy copiosa lluvia de pétalos de rosa…
Sólo quienes conozcan la “Historia Augusta” sabrán que estamos ante una historia macabra, fruto de la caprichosa vanidad de Heliogábalo, claro que nunca pudo ocurrir en un exterior. En un palaciego y rico salón interior, Heliogábalo reunió a amigos y cortesanos y les ofreció un espléndido banquete sobre el que llovían pétalos de rosas, sólo un rato después algunos empezaron a percatarse de que los pétalos no cesaban, por lo que morirían ahogados por las rosas. Crueldad del emperador adolescente, apenas insinuada por ese gran pintor del patriciado que fue Alma-Tadema. Como es lógico y previsible, fue un pintor que reprodujo con esmero el arte antiguo, como una cúspide. Pero fue mucho más allá
del pintor con vocación de arqueólogo, pues supo unir perfectamente el esplendor de los patricios de Augusto o del fin de la República romana, con el poder y las vacaciones napolitanas o capriotas de la gran burguesía de
Victoria. Alma-Tadema trazó un arte perfecto, complaciente y lujoso, pero sus clientes sabían que no hablaba del pasado sino de un puro presente lleno de sol y togas. Vale la pena.
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