D. H. LAWRENCE Y SUS ESFERAS GAYS
Fue un personaje muy singular y apasionado al que una severa Inglaterra (tan tosca en todo lo moral) nunca perdonó ni quiso. Hijo de mineros del carbón -es decir, de una familia humilde- David Herbert Lawrence nació en 1885 en Eastwood y murió al sur de Francia en 1930, con 44 años, tras una vida extremada en busca de la sexualidad primitiva y libre, la querencia salutífera de las pasiones, con su inseparable pero libre compañera Frieda, que era alemana, con la cual viajó por medio mundo, huyendo del rancio puritanismo británico -tan clasista- y tratando de curar una tuberculosis, que al fin lo mató. Ni que decir tiene que Lawrence escribía sin cesar (aunque sus novelas y poemas eran desdeñados en su patria, salvo raras excepciones como E. M. Forster) y siempre anduvo con muchos problemas económicos y un vivir duro por lo general, hasta el éxito tardío -fue casi lo último que escribió- de la novela “El amante de Lady Chatterley” (1928) que narra, entre otras cosas, las pasiones de una dama aristocrática por su muy viril jardinero. Un clásico hoy, en aquellos momentos, la novela fue tildada incluso de pornográfica y (esperable) prohibida en Inglaterra.
Habiendo cruzado Europa y el Oriente, los Lawrence terminaron en EEUU, pero en un pueblo duro de Nuevo México -Taos, que terminaría siendo una colonia de artistas- y luego en el mismo México, que entre cierto rechazo y mucha fascinación, está retratado en dos libros de D. H. Lawrence, “La serpiente emplumada” -novela- y “Mañanitas mexicanas” de 1925. Sin embargo, los problemas, la enfermedad, la escritura, o el trasfondo fundacional europeo, volvieron a los Lawrence a Europa, fuera Italia o poco después -y ya al final- la Costa Azul francesa. Todo aquel ardiente recorrido difícil por medio mundo, Lawrence lo llamó la “peregrinación salvaje”. Aunque su primera novela, de 1911, fue “El pavo real blanco”, las primeras que le dieron éxito o nombradía fueron “Hijos y amantes” (1913) y “Mujeres enamoradas” (1921), uno de sus textos más brillantes y complejos. Lawrence fue, además, un poeta nada desdeñable, aunque ello terminó quedando, de inicio, como algo menor. Siempre pasiones, erotismo como expresión, salvación y naturalidad, “Mujeres enamoradas” tiene un no escaso componente
homosexual, pues los hombres que tienen parejas femeninas, no se desdeñan entre sí y a veces el amor y el deseo pueden surgir de una lucha, casi desnudos, masculina y amistosa. D. H. Lawrence tuvo muchos amigos homosexuales, como el escritor
norteamericano Maurice Magnus, además de David Garnett entre otros. Se dice que parte de la historia de “Mujeres enamoradas” brota de la compleja relación, que unió en muchas direcciones a Frieda y a Lawrence con la escritora Katherine Mansfield y su marido el crítico, John Middleton Murry, que parece fue una relación ocasional de Lawrence, que se sintió atraído por él. Para algunos nuestro escritor -realmente seducido por lo homosexual- era un gay que no se atrevió a serlo del todo. Pero hay muchas mujeres. Lo más normal es considerar que Lawrence fue básicamente heterosexual, pero abierto a ese homoerotismo que sentía en sí y vibraba a menudo…
Un relato bueno y temprano de D. H. Lawrence, publicado en el libro de relatos de 1914 que toma el título de ese precisamente, es “El oficial prusiano”, un texto abiertamente homosexual, aunque camuflado trágicamente en la obsesión de un oficial por su joven asistente, y una terrible relación de acoso sádico, que termina en la muerte, entre el rigor militar. Aunque traducido varias veces al español, la minoritaria editorial Amistades Particulares, acaba de publicar ese texto exento –“El oficial prusiano”- con nueva traducción del artífice de casi toda la colección, Carlos Sanrune. Supongo que se trata de resaltar más, de este modo, el evidente contenido homoerótico del texto de D. H. Lawrence. Termina así: “Los cuerpos de los dos hombres yacían juntos, uno al lado del otro, en el depósito de cadáveres; uno blanco y esbelto, aunque muy rígido en su reposo; el otro, tan joven, tan bisoño, parecía como si en cualquier momento pudiese volver a la vida desde el sueño.” Los últimos poemas de este Lawrence inquieto, inquietante y de voluntad pansexual, se publicaron póstumos en 1932. En España tanto Visor como Renacimiento tienes sendas antologías bilingües de la poesía de nuestro autor, editadas hace algunos años. Lawrence merece el viaje, solía decirse. Dicen que la tisis acrecienta la sexualidad. ¿Sería posible? Un pionero de la liberación sexual.
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