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Con Gonzalo Torrente Malvido. (Necrológica)

Tengo que irme hasta los ya lejanas noches del viejo “Oliver”, muy cerca de Chueca, para recordar con claridad las muchas ocasiones en que me crucé, muy amigablemente, con Gonzalo Torrente Malvido, al que la concurrencia en general tenía entre el respeto y el miedo que se siente por un bandolero ilustre… Alto, delgado, con gruesas gafas de muchas dioptrías, como su padre, Gonzalo miraba y sólo a muy pocos sonreía. Yo me llevé bien con él porque me llamaba “Luisito” con su voz grave y aseguraba dándome una palmadita: “Aquí un poeta valiente…” Yo era muy joven y no dejaba de reptarme por las tripas el gusanillo. Torrente Malvido (“Malvino” le llamaban muchos) era una leyenda de las noches turbias y sabias de  un nocherniego Madrid casi desaparecido. Se había pegado con Umbral (decían) y se llevaba de maravilla con Sandra Negrín –supuesta sobrina del doctor republicano- que era otra institución bárbara y báquica del “Oliver” aquel de los 70…

Gonzalo Torrente Malvido nacido en El Ferrol en 1935, era el segundo hijo (y el único varón) del primer matrimonio del novelista Gonzalo Torrente Ballester y Josefina Malvido. Su hermana mayor –más callada- anbaba con un pintor bajito y simpátivo, dizque griego  y la hermana menor, Marisa (mujer atractiva y singular) es la madre del escritor Marcos Giralt Torrente. Torrente Malvido siempre dijo que se había dedicado a la literatura por influjo y ejemplo de su padre, lo que parece muy notorio en lo que podríamos llamar su primera época: Desde “Hombres varados” de 1961 hasta “Tiempo provisional” de 1969 que fue premio Sésamo. En medio otros tres libros (uno, “La Raya” premio Café Gijón 1963) y sus inicios en la vida golfa. Porque a él le gustaba la gente marginal y detestaba todo lo académico y normativo. Parodiando a Baudelaire podría haber dicho que chulos y putas eran sus colegas y su gente… Cuando yo lo conocí bebía mucho, armaba broncas, fumaba canutos y dicen que robaba, pero mi experiencia es la de un tipo bronco pero muy cordial, que hablaba de libros y de autores, que maldecía de los “santones” literarios (no a su padre) y que, con voz grave, eso siempre, se decía mujeriego y juerguista. Yo (cuando lo veía) me llevé muy bien con él. También Carlos Bousoño, que lo conocía de antes. Sabíamos que en 1968 había estado unos meses o un año en la cárcel de Carabanchel, pero nadie tenía muy claro el porqué: según la mayoría por usurpación de nombre para robo o fraude. Él sabía su leyenda pero no hablaba de ella. Cuando entraba y veía mal, se oía: Mano al bolsillo, que entra Malvido…

Creo que (tras años sin escribir o sin publicar) volvió a la literatura en los 80. A mi me regaló un libro que me gustó de veras, “Cuentos de la mala vida”, publicados en 1988. Por entonces la leyenda pesaba más que la realidad, pero él seguía prefiriendo el mundo del margen, de las copas, de la cocaína y de la madrugada. Debió tener momentos muy duros, aunque nunca creo que le faltara cierta protección. Un día coincidimos en la radio y recuerdo que dijo: “La vida es más dura que la madera de los bancos en que he dormido.” Era un tipo duro y bravo de buen y agreste corazón. Poco antes de la muerte de su padre publicó una antología de sus cuentos (que son lo mejor de su obra) “Doce cuentos ejemplares” que salió con prólogo de Torrente Ballester. Volvía Malvido y no volvía. La escritura le tiraba tanto como el desgarrón de la vida que acaba al amanecer o al amanecer del otro día. En 1992 ganó un Goya (compartido) por el mejor guión adaptado de la novela de su padre “El rey pasmado”.

Últimamente le ví poco y sólo en un bareto de Lavapiés. Es un bar un poco lumpen y un poco literario, con poetas buenamente tronados y venustos, y allí al parecer, tuvo su último y luciferino trono, Torrente Malvido, que (los dioses le bendigan) no aspiró al medro ni al poder, sino a la orgía y al despilfarro, y de quien por ello se puede decir lo que Manuel Machado escribió de Alejandro Sawa, el gran bohemio: “Y su vida,/ por falta de querer/ y sobra de regalar, / fue perdida.” El Duke of Corso (Arturo Pérez Reverte) hubiera hecho de Torrente Malvido un tahúr y espadachín soberbio en los Tercios.  Murió el lunes. Los ángeles llevan aretes en las orejas y facas brillosas en las alas finas.


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