COMUNISMO (Mikhail Kuzmín.1872-1936)
Eran los días abundantes de nieve, del temor y del hambre.
Los lobos de la enfermedad y el olvido corrían por las calles. No
éramos nadie y parecía mejor -rara palabra “mejor”- no volver nunca
a serlo.
En un pequeño piso roto, donde pudimos refugiarnos, pero no
de los densos olores ni del chillar de las grullas viejas, mi hermoso
Yurkun escondió ejemplares de “Alas” y de “Las canciones de
Alejandría”.
Me dijo que me amaba (apretados contra el frío) pero que
acaso debiéramos ser conscientes de que los tiempos del pasado,
la música feliz de Rimski-Kórsakov, no volverían nunca. Claro,
abundaba la belleza entre el hambre y la niebla, pero no era nuestra.
Alguien dijo: ¿Yuri es su hijo?. Mi sobrino, contesté sonriendo.
Pasé el tiempo con dolor en el alma, traduciendo a Shakespeare.
Me acordaba de Félix Yussupov.¿Por qué no nos fuimos? No,la Santa
Rusia ya no es santa. Huele a podre, a represión, a gentuza, a
estúpidos martillos. Recordaba los solares lejanos días de Grecia.
Recordaba el mundo, cuando había vida, y veía lentamente envejecer
a Yuri Yurkun, el lituano. Sólo esperaba de su mano el fin.
¿Saben lo que es la dictadura del proletariado? El término de la vida.
Llenos de miedo, aquella Navidad logramos una botella de vino
francés
y lo bebimos en vasos -qué vulgar- sin hacer ruido. Nunca había
vuelto a Yaroslav, mi cuna, y quise claramente hacerlo. No pude.
Al fin, comprobé entre la enfermedad y la miseria, porque
no existían medicamentos, que los soviets eran el Infierno
y que la vida que merece ese nombre, es sólo recuerdo:
Luminoso y fúlgido recuerdo de luminosos, fúlgidos días.
Nieve, enfermedad, hambruna. Todo el mundo se tapaba el rostro.
No había, no se hacía, no se decía, no iba, no retornabas.
Fue mejor el adiós, en el sórdido covachón: Marzo de 1936.
(Nunca supe que dos años después, antes de matarlo.
al maravilloso Yuri Yurkún, lo torturaron con saña violenta.)
¡Nubes violetas de la felicidad, jamás volváis a la infame Rusia!
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