CARAVAGGIO, exquisito y violento
Aunque la Editorial Cabaret Voltaire (ahora en Madrid) reeditó mi libro sobre Caravaggio a finales de abril, es ahora cuando se va a hacer la verdadera promoción del libro, con presentaciones y coloquios. Yo tengo a “Caravaggio, exquisito y violento” por uno de mis mejores trabajos ensayísticos, singularmente sobre un artísta renovador y turbulento como fue Michelangelo Merisi, apodado “Caravaggio” por su aldea natal en Lombardía. Naturalmente la nueva edición está puesta al día, aunque permanece en el estudio plural la tesis de que sus cuadros -la mayoría encargados, como era habitual en la época- reflejan la psique de un hombre, amante de los jóvenes, que vivió entre el placer y el tormento. Entre Roma, Nápoles -entonces ciudad del Imperio Hispánico- Malta y Sicilia, también española, Caravaggio (1571-1610) vivió la vida de un
genio de la pintura (sin él no existirían Velázquez ni Rembrandt, ya es decir) padre cenital del tenebrismo, y también la de un medio marginado pendenciero, que se trataba -además de con las altas esferas de sus comitentes o protectores- con putas y chaperos, que a menudo le sirvieron de modelos,
pues pintaba del natural. Nombrado Caballero de la Orden de Malta y luego execrado, perseguido y tal vez asesinado por sicarios de esos mismos caballeros, que lo habrían apresado en La Valetta, muy probablemente por un escándalo de orden sexual, Caravaggio pintó la muerte de la Virgen no como un tránsito (según era la costumbre) sino como una pobre mujer muerta, con el vientre hinchado.
Pintó sucios los pies de los peregrinos, pues sucias estaban las plantas de los que iban andando descalzos… Pero se demoró en
la belleza de jóvenes y muchachos como ángeles, San juan Bautista -varios Bautistas- o delicados músicos en el palacio del sutil cardenal del Monte, su primer protector romano. Un libro sobre Caravaggio debe
ser renovador, sabio, vibrante y apasionado. Esas fueron mis intenciones. Caravaggio no puede defraudar porque es un gigante, aunque matara a un hombre, se peleara, amara y todo bajo el signo de Saturno. Quedáis invitados. De tarjeta sirva este haiku caravaggesco: “Todo es negro./ La luz entra y escoge/ lo duro y joven.”
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