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CALIGRAFÍA CHINA (Y OTRAS)

Podría recordar el tiempo de las cartas escritas a mano. O algunas grafías insignes como la de Gabriele D’Annunzio, pero sabemos que el alfabeto latino (y más desde que nos habituamos a los tipos de imprenta) se presta poco a las florituras. Aunque los que son de mi edad –y mayores- aprendimos a escribir, ¿os acordáis?, con plumilla y tinta de tintero, llenando las letras de rabitos y lazos y alargamientos. A uno de esos estilos de letra se le llamaba “bastardilla” ¿Qué se hizo?

Sin embargo el alifato árabe y más aún los ideogramas chinos (que evidentemente no son un alfabeto) se han constituido en arte. Uno puede ver poemas árabes –y sobre todo persas- escritos con tales lacerías y curvas que se convierten (mucho más que los de los griegos o Apollinaire) en caligramas. El poema habla de un pájaro y las sensuales líneas circunvueltas lo reproducen. En Damasco –una ciudad muy recomendable, hasta la guerra- se puede visitar un Museo de caligrafía árabe, a menudo tallada en la piedra: sobre todo el cuadrangular estilo cúfico… Pero lo que (ahora mismo) seduce más a los occidentales es la caligrafía china –o japonesa- que se hace con un pincel que rigen los giros de la muñeca. Si a los impresionistas (recordemos a Van Gogh) les cautivó la estampa japonesa, que era un arte relativamente popular, a nosotros –y a algún pintor abstracto- nos encanta ese estilo cursivo de escribir en un rollo que luego se cuelga en la pared como un cuadro. Mejor dicho, es un cuadro, pero no abstracto (como tendemos a juzgar nosotros) sino muy concreto, porque dice algo. Tener una hábil y bella caligrafía en China y Japón te convierte en artista y aún en poeta. Muchos salones altoburgueses de Europa se adornan hoy con bellos rollos chinos, pero qué pena, cuándo le preguntas al dueño qué quiere decir aquello (generalmente una frase aforística o un verso) contesta: No lo sé. O aún peor: Nada. Los chinos llamaron “bárbaros” a los primeros europeos, en general ingleses, que llegaron a su ya decaído Celeste Imperio. La caligrafía más cursiva, de trazos más rápidos y redondeados, tiene que ver con el arte zen (se hace de un solo golpe si la mente domina la mano) y se llama en chino “tsao-su”, que quiere decir algo así como “escritura hierba”. Es decir, trazos que recuerdan la sinuosidad grácil de los altos herbazales movidos por el viento… ¿Pensamiento naturista o pensamiento poético? En cualquier caso, no es arte abstracto, aunque se lo parezca a los ignorantes, pero tampoco figurativo. Es escritura (o sea palabra, significación) vuelta arte pictórico.

Déjenme decirles, a nuestra modernidad –más o menos globalizada o globalizadora- le falta aún esta faceta. Nos encanta el budismo, la pintura Tang y los haikús nipones, pero salvo los expertos, nada sabemos del arte de la escritura. ¿Para cuándo una exposición ilustrativa? Téngase en cuenta que como no se trata de formas sino de textos, además, el catálogo debiera llevar las pertinentes traducciones. Cuando yo estudiaba chino (lo hice durante seis juveniles años) lo que mi faceta estética prefería eran las clases de caligrafía que, de cuando en cuando, el profesor regalaba. Porque se trataba de un lujo sólo al alcance de los inspirados. Uno de los fundadores del Museo de Arte Abstracto de Cuenca, el desaparecido (y algo olvidado) Fernando Zóbel, de origen filipino y muy interesado en el arte extremoriental, sabía muchísimo de todo esto. La mayoría –horror- no sabe nada.

(Publicado en la revista Bonart)

 


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