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BELMONDO, EL GUAPO RUDO CUANDO NO HABÍA GUAPOS

Es posible (y en especial fuera de Francia) que Jean Paul Belmondo, que acaba de morir con 88 años, sea un gran olvidado. Porque aunque trabajó mucho en cine, teatro y televisión, su edad de oro quedó muy atrás. Hijo de un escultor y nacido en París -pese a un apellido italiano- Belmondo empezó a trabajar en el cine en 1956, con apenas 23 años. Antes había jugado al fútbol y hecho boxeo juvenil, de donde le quedó esa nariz rota que a algunos daba tanto morbo. Era amigo y pareja publicitaria del bello por excelencia, es decir Alain Delon. Pero si como dice un amigo, Delon era el guapo viscontiniano que gusta hasta a las monjitas, Belmondo era el guapo machote, el guapo viril, el guapo que atrae porque no acaricia…

El encanto emblemático de la pareja Delon/ Belmondo (a fines de los pasados 60) es que con ellos se habló por primera vez casi de la belleza masculina -hoy con razón importante- en una época en que ser guapa era algo sólo femenino. En negar la belleza masculina hubo mucho y mal machismo, Delon y Belmondo -tan viril- rompieron ese tabú tonto. Pero además de ser atractivos y Belmondo sobre todo sexy, resulta que fueron buenos actores -luciendo físico- aunque insisto en que la edad de oro de Belmondo (que tiene una enorme lista de filmes) se une alrededor de 1970, a los más clásicos directores del cine francés: En 1960, la mítica “À bout de souffle” con Jean-Luc Godard. En 1967, “Le voleur” (el ladrón) con Louis Malle. En 1969 la bella (Deneuve y su hermana también) “La sirena del Mississippi” de François Truffaut. O en 1974, la bastante espectacular “Stavisky” -película de gánsters- con Alain Resnais. Sólo esas películas y alguna pose con Delon en bañador, le hubieran ya dado a Jean Paul muy grande notoriedad. Su aura de macho guapo y atractivo lo precedía de pleno.

Pero el tiempo pasa inmisericorde, y Belmondo tuvo que sobreponerse como pudo, ahora ya feo rudo (y viejo) de verdad. Se hablaba poco o muy poco de él, y eso que hasta 2009 -pero ya apenas- pisó un plató. Hay que reconocer que -eso sí, con muy escasas fotos- Alain Delon lo llevó mejor. En realidad, cuando en 2000, Belmondo rodó “Les acteurs” (Los actores) con Bertrand Blier, se podría decir que su carrera estaba más que terminada. Es decir, 21 años de casi total silencio: el precio duro que la belleza (aunque macha o rota) paga al inmisericorde Tiempo. Ya dije que en 2009, Belmondo apareció, poco reconocible, en “Un homme et son chien” (Un hombre y su perro) de Francis Huster. No se añadía nada. Por eso hay que atreverse a decirlo, aunque suene descortés: No sólo el Tadzio adolescente de “Muerte en Venecia” vive su destrucción, actores de mucha más enjundia, y bellos (pero hombres guapos) han vivido también el flagelo de Dios -el Tiempo, un monje lo llamó así- demostrando que no hay escapatoria. Todos caemos. Pero la desaparición de Belmondo ha sido muy larga, aunque en su vejez, el cine francés le otorgara algunos de los galardones que antes no le dio, por ejemplo, en 2011 y en el Festival de Cannes, la Palma de Oro por el conjunto de su trayectoria. Claro y tardío premio de consolación.

Todo es pasado y gris, menos la cima de oro, con altos nombres: Delon fue el hombre guapo cuando eso sonaba a mariquita (sandez) y más aún, Belmondo, fue el machote sexy, rudo y muy atractivo, cuando la belleza masculina (que existe) era neciamente innombrable.   (Publicado en La Razón)


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