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AUTE CUBISTA (Para el querido Luis Eduardo)

(Este texto en ánimo de Aute se ha publicado en el libro conjunto, “Giralunas y ficciones para Aute”  Ediciones Atlantis.)

Mi memoria de Aute es tan antigua casi como la televisión en blanco y negro, que yo veía un rato por las noches –después de estudiar- en mi más antigua casa familiar. Era un adolescente que aún iba al colegio, aunque ya era lector y letraherido en todos los órdenes… En aquella remota televisión, 1967, supongo, vi a Aute por primera vez (entonces casi siempre lo cantaba Massiel) con canciones como “Aleluya 1” o “Rosas en el mar”. Retengo que el merecido en fama “Aleluya” –“estas son las cosas que me hacen olvidar,/ este mundo absurdo que no sabe adónde va…”- sí se lo oí cantar al propio Luis Eduardo por aquella época y era todo muy diferente a lo que había alrededor, Aute gustaba y seducía –solía parecer muy raro a los mayores- llanamente porque era muy distinto.  Me gustó. No era un devoto de la canción “pop”, que en general me parecía sólo para pasar el rato, pero aunque a Aute quisieron llevarlo por esa senda, él (pronto quedaría claro) se desató, rompió los lazos y se hizo otra cosa, más minoritaria pero muy suya, un cantautor inquieto, versátil, no siempre fácil y que repudiaba lo trivial…Como el muchacho que yo era había intuido, Aute era otra cosa, muy propia.

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Ahora veo a Aute en un pasillo de RTVE o en una sala de espera. Vamos los dos a ser entrevistados (es diez años mayor que yo, luce un aire cordial y progre) y es la primera vez que nos vemos, aunque nos ha puesto en contacto nuestro entonces editor y buen amigo Jesús Munárriz. Es en enero o febrero de 1982. Luis Eduardo, todavía con un aire muy juvenil y una camisa a cuadros, iba a presentar su último LP, “Fuga”, con la guitarra de su entonces inseparable Luis Mendo. Nos podía unir la temática del libro, huir de una civilización que parecía gustarnos muy poco, pero también el hecho de que Luis había utilizado una cita de mi entonces último libro de versos, “Huir del Invierno” (1981) que alabó , recuerdo, muy generosamente. Mis versos dicen: “¿Dónde el inmenso sur, el olor del brotar seminal;/ el glabro abdomen terso para morir de amor, allí?/ ¿Dónde ese sur buscado/ noche a noche para ser feliz?” No hay que decirlo, la amistad brotó inmediata. El disco se abre con “Vailima” , la canción stevensoniana de la huida a los Mares del Sur… Ese sueño (irreal ahora, posiblemente) que todos hemos tenido alguna vez, aunque ya no podamos hacerlo como Robert Louis Stevenson de quien mucho hablamos… Tampoco Gauguin nos sirve, que quiso ser salvaje de nuevo, ni siquiera Jacques Brel –“Ne me quitte pas”- que se fue a Tahití, para morir frente al mar y las palmeras… ¿Recuerdas, Luis? “Y el tesoro de la isla…”, decías. Y en otra canción (cuyo título sale de esa estrofa) : “La vida es verla / pasar/ como una estrella/ fugaz.” ¿No nos lo habíamos dicho ya sino todo, casi todo?  La contraportada de aquel LP era un dibujo tuyo con ojos y dedos y perfiles, en marrón… Años después me regalaste otro dibujo, algo anterior, pero en esa misma línea. ¿Lo hiciste aposta recordando el feliz inicio de nuestra amistad? Luis Eduardo compone música, canta –muy fina voz- escribe poemas, pinta y dibuja… ¿Se puede pedir más? Querido amigo: fuimos cobardes, sí, debimos irnos a los Mares del Sur o a algún islote del Caribe, al menos. ¡Ay, nos quedamos en Edimburgo!

 

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Apareces y desapareces muchas veces, Luis E. Pero nunca dejas de invitarme a tus conciertos en Madrid, siempre tan gratos, con  tanta gente, tan íntimos… Puedo recordar la fiesta una  tarde/noche en tu oculto chalet –nunca el que se haría alguien muy rico- cuando cumpliste 65 años, me parece.  La charla entonces, los tres, con el poeta Sarrión, deprimido. Tú has estado deprimido y también yo… Debe ser (es la explicación más honda) porque no huimos a tiempo… Después (otro año) una cena con amigos de la UGT que no sé bien ya qué nos querían, pero debo imaginar que algo bueno. Y, claro, las charlas sobre Jaime Gil de Biedma, al que queríamos y admirábamos de varias maneras, ya desaparecido él. Su familia y la Compañía de Tabacos de Filipinas  -donde trabajó tu padre, hasta cierta desavenencia- tienen que ver con que tú nacieras en Manila. Jaime: “Que la vida iba en serio/ uno lo empieza a comprender más tarde…” A Jaime le hubiera gustado hacerte canciones, pero no llegó. A mí sí me musicaste (y cantaste) un poema mío en una antología de poetas contemporáneos que editó Calambur, hará unos cinco años o seis, con su CD. Pero no encuentro el tomo ahorita, mala pata. ¿Y sabes porque no recuerdo el poema que fuera? Porque te lo pidieron a ti y el poema lo elegiste enteramente tú… Damos un sorbo a esa copa de vino tinto que te gusta tener, recordamos la noche inesperada en Oviedo juntos (con Ray Loriga) porque perdimos el avión, y el viaje cansadísimo por la mañana, en carretera, luego de algunos excesos… Hace más de un año que no te veo. Marichu me ha contado. Luis E. muy querido… ¡Nos queda tanto por decir y hablar! Dime otra vez que no te gustan ciertos cantautores fules y vanidosos. Estamos de acuerdo, sobre ese en especial, tan diferente a ti… Decías: Yo no quiero ser cantautor; pero lo eres y muy bueno, entre otras cosas como los “poemigas”.  Muy querido amigo: Nos quedan (como siempre supusimos) nuestros especiales y personales Mares del Sur. Hasta muy pronto, Luis. Con cariño.

 

 


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