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Algo (notable) sobre Georges Simenon

Creo que muy pocos amigos míos saben (porque yo era muy solitario en esa época) que en mi adolescencia fui un gran lector de novelas policíacas -o policiales, como dicen en América. Leí mucho a Agatha Christie, a SS Van Dine, a Chandler, a Hammett y a bastantes más, pero me gustaba sobre todo la llamada “novela problema” y los detectives un algo extravagantes, herederos de Poe. Por eso aunque entonces leí algo de Simenon (del comisario Maigret) nunca fueron mis novelas preferidas. Maigret era demasiado “vulgar”. Además esa literatura me entretenía y me gustaba, pero le concedía escasa o muy poca importancia intelectual. Ha sido de mayor (y no hace muchos años) cuando he descubierto de verdad a un cosmopolita escritor nacido en Bélgica y muerto en Suiza como fue Georges Simenon (1903-1989). Creo que ví -sería hacía 1985- el episodio  del ya mítico “Apostrophes”  en que Bernard Pivot entrevistaba, en su casa de Lausanne, a un Georges Simenon, lúcido, claro y de buen ver. Simenon, nacido en una familia pobre, había trabajado desde los quince años como periodista y poco después escribiendo novelas populares que firmaba con pseudónimo. Todo eso tuvo que ayudarlo mucho. En 1922 (todavía pobre) llegó a París- Simenon escribió como un poseso, pero con método y disciplina. Las novelas del “comisario Maigret” comienzan en 1934, pero para entonces -y desde 1931, año en que publicó unas seis o siete novelas- Simenon era ya un escritor pleno de vocación que escribió novelas policíacas pero también otras muchas que podríamos llamar psicológicas, y algunas muy notables memorias. Pero, además de su metódica labor como escritor, Simenon había tenido una muy complicada vida privada: tres mujeres, multitud de amoríos o sexo (siempre habló bien de la prostitución) y problemas  con sus hijos, a los que quiso mucho. De hecho la entrevista con Pivot -que volví a ver anoche- estaba motivada por un tomo de “Memoires intimes” (1981) que Simenon comenzó a escribir tras el suicidio de su hija Marie-Jo, pegándose un tiro exactamente en el corazón. Esto ha venido a coincidir con que Acantilado de Barcelona esté reeditando libros  de Simenon, situándolo como el gran novelista que es y que ya descubrieron y dijeron Gide o Céline, entre los primeros. Pero Simenon -vísceralmente antinacionalista, “no creo en las patrias” , le dice a Pivot- no se daba a sí mismo importancia. Se consideraba “uno como los demás”. Pero no era cierto, yo he leído estos días “El gato” -una novela no policial de 1966- y aseguro que es magnífica: el amor/ odio entre dos viejos. Simenon tenía enorme curiosidad por la vida y amaba la literatura. Simplemente. Y vivió con plenitud. Para él lo de menos es haber escrito tantísimo y haber llegado a vender (traducido a muchas lenguas) unos 550 millones de ejemplares, que se dice pronto… Hoy me gustan mucho los textos memorialísticos o autobiográficos de Simenon, desde “Pedigree” (1939) donde habla de sus familia, a las mencionadas “Memorias íntimas” o la anterior -de 1974- “Lettre a ma mère”, Carta a mi madre, que comienza diciendo algo así (ella ha muerto ya, claro) “¿Por qué has venido?”. Simenon murió con 86 años y serenidad y plenitud, sabiendo que la vida es misterio, dolor, trabajo, enredo y algunas alegrías… Es un gran escritor Simenon (no todo, sí una parte notable) pero él curiosamente no tenía explícito afán en serlo. Se carteó con Gide, con Max Jacob, con Fellini después. Y lo admiraron, además, Faulkner, Chaplin, Walter Benjamin o García Márquez… Este último escribe: “Uno de los escritores más importantes de nuestro siglo.” Uno de los encantos de la rica vida de Simenon es que, al parecer, pasó por ella sin creérselo nunca. No creyendo en los políticos, pero siempre en la tan maltratada libertad. Se me ocurre que, de veras, nunca es tarde para descubrir a Simenon. En mi caso, redescubrirlo. Y lo he hecho ya.


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