por Bernardo M. Briz
Villena, Luis Antonio de: poeta, novelista, crítico, ensayista, traductor, articulista, cuentista... Villena publica como pocos, y lo mejor es que siempre tiene algo interesante que contarnos. A pesar de que el inagotable poeta escritor -se considera a sí mismo más poeta que otra cosa- no se adscribe a la llamada "literatura gay", todo el mundo sabe que el tema gay es una constante en su profusa producción literaria, en la cual helenismo y culturalismo son asimismo rasgos habituales. En su última obra, La nave de los muchachos griegos, el vate madrileño cuenta, entre otras cosas, los últimos años de Petronio. En la Roma del siglo I, este "posible hijo de un libertino enriquecido" que "coleccionaba libros (especialmente en griego), anillos raros y chicos preciosos", llegó a ser consejero de Nerón. (Pidiendo disculpas, nos ponemos "populistas" un instante para invitar al lector poco familiarizado con la cultura clásica a rebuscar en su memoria cinematográfica hasta encontrar Quo vadis, con Peter Ustinov encarnando al infame emperador.) Aunque no existan demasiados datos sobre la vida del autor del El Satiricón, a Villena le sobra imaginación -y sapiencia- para inventarse lo que haga falta. Pero que nadie se imagine una biografía novelada al uso, que nuestro poeta resulta poco convencional hasta cuando se pone convencional. En la narración de la vida de Petronio, que ocupa aproximadamente la mitad del libro, se intercalan otras historias breves -casi ambientadas en el siglo XX- protagonizadas por bellos muchachos, y en las que también aparecen personajes reales como Wilde, Burroughs, Sachs, William Beckford o Julián del Casal, escritores fascinados por cierto ideal de belleza masculina. A la hora del erotismo, huelga decir que el poeta es poeta hasta describiendo una polla, un enculamiento o una corrida. Al final de la obra, Luis Antonio hace una especial dedicatoria: "Como no tengo, ay, ningún concreto amor, en estos días, a quien dedicarla, y como sólo a él podría ir dedicada una novela como esta; más anónima y anchamente se la dedico a los muchos navegantes griegos que han surcado conmigo (y yo con ellos) el mar de la vida dura". También la considera "por hoy, mi novela más personal y reivindicativa". No se lo rebatiremos; tan solo añadiríamos que en esta novela, que en efecto reivindica la cultura gay y la moral pagana, encontramos al mejor Villena, lírico y sensual, reflexivo y hedonista: poeta.