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A VUELTAS CON UNAMUNO, POETA

Visor acaba de editar (creo que muy oportunamente) una “Antología” de la obra poética de Miguel de Unamuno -1864/1936- aquel hombre sabio, plural, incordio y vigoroso.  El libro se abre con un artículo que Rubén Darío escribió y publicó en 1909  -muy elogioso con el vasco- donde dice, entre otras cosas, “Unamuno es un poeta, un fuerte poeta”. Más conocido y precoz como novelista -que pronto trató de innovar- ensayista muy reputado, polemista también político y hasta autor de teatro, a muchos les sorprendió y no muy gratamente el primer libro de poemas que el Rector salmantino publicó, en 1907, con el bien sencillo título de “Poesías”. A él se refiere el notable artículo de Darío. Como a Antonio Machado -pero este disimuló en sus inicios- a Unamuno nunca le satisfizo en demasía el poderoso caudal simbolista/modernista. Por eso en más que pleno auge de esa corriente, su libro, con otro sentido métrico y rítmico y con otros ideales estéticos, les pareció a no pocos, el libro de un notable pensador, pero mal poeta. No entendieron su hoy célebre: “Piensa el sentimiento, siente el pensamiento.” Es curioso (porque aún vive) el sentimiento conservador con la métrica de muchos poetas, que parece excesivo.  Sólo ahora se empieza a ver -como Unamuno pensó- que existe una poesía honda y profunda, y que la métrica (siempre salvaguardando el ritmo) puede y debe ser innovada, como casi todo, con sabiduría.

Se creyó que a pocos gustaría menos la poesía de Unamuno que a Darío. Craso error. Darío fue un renovador del ritmo español y era sensible a todas las innovaciones y renovaciones, y por eso apoyó y ensalzó a Unamuno: “El canto quizá duro de Unamuno me place tras tanta meliflua lira que acabo de escuchar.”  Unamuno (a menudo con su personal vertiente religiosa y conflictiva) quiso una lírica bella pero no esteticista, quiso una poesía que pensara y diera cuenta en sus estrofas del andar de ese pensamiento en marcha y contradicción. Aunque siempre respetado, sólo hoy vemos que su renovadora poesía es uno de los hitos de D. Miguel. Desde su “Rosario de sonetos líricos” (1911) hasta el póstumo y muy notable “Cancionero”, que sólo alcanzó a editarse en 1953. En medio obras espléndidas (hay que decirlo) como “El Cristo de Velázquez” (1920) o, entre más poemas sueltos, “Rimas de dentro” (1923) o “Romancero del destierro” de 1928. Unamuno enseña que la poesía es vibración de un alma que siente y piensa, y sobre todo (visto desde la perspectiva de ahora mismo, con tanto monótono abuso del verso clásico) Unamuno enseñó en su práctica misma, que la poesía -y la métrica- son plurales, admiten pensados y razonables cambios, y que ello es bueno, cuando no muy bueno. “Quevedo, qué recia lidia/trabaste  en tu triste España/ con la entraña de su entraña/carcomida de la envidia…” Evidentemente, poderoso, grande Unamuno.


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