Decadencias
Vivant Denon, aventura y artes.
Cuando uno se enfrenta a la biografía y a los hechos de Dominique Vivant Denon (1747-1825) probablemente se quede un tanto fascinado. Fue un hombre de plurales ingenios –y desde luego un claro “bon vivant”- que vivió bien bajo régimenes políticos, en Francia, distintos y contradictorios. Diplomático con el Antiguo Régimen, escritor de una novelita que ha hecho época como concepción de lo libertino, “Sin mañana” (Point de lendemain, varias veces traducida al español); con Napoleón, bajo la protección del pintor David, participó en la célebre expedición a Egipto de donde no sólo volvió lleno de dibujos y grabados (arte en el que fue muy diestro) sino que de algún modo puso en boga esa “egiptomanía” que nació con el Imperio. Luego, como todo experto coleccionista, pensó en mostrar sus colecciones –y otras- y se convirtió en uno de los padres del museo del Louvre, siendo ya barón Denon… Viajes, aventuras galantes, intrigas políticas, arte (literario y pictórico) y siempre sirviendo al mejor señor, que es el que manda en el momento…
Sabiendo todo esto es fácil decir que la vida de Vivant Denon (como la de Byron, por poner un ejemplo evidente) tiene que ser, de por sí, una novela. Pero ocurre que las vidas novelescas quedan mejor contadas como biografías –sin exceso académico- que noveladas, y en efecto así es la singular biografía, escrita por el novelista (y antaño “telquelista”) Philippe Sollers, titulada “Vivant Denon. El caballero del Louvre” y publicada con cuidado Fórcola Ediciones. Sollers –siempre gustoso de una cierta indisciplina- no hace novela (la novela es el propio Denon) ni tampoco una biografía académica como la que leí, hace años, de Jean Chatelain, “Vivant Denon et le Louvre de Napoléon”, publicada en 1973. Sollers juega un poco con el autor y con el lector y por ello consigo mismo. Se interroga sobre lo que pensaría el personaje, duda y nos transmite esas dudas, da vueltas con el mundo de un escritor que fue artista y mundano, sabiendo que el orden de los términos no altera el producto, y consigue un libro que se lee como una novela, sabiendo a la par que no lo es, porque no inventa. Pero sí se extiende en el tiempo con los temas del personaje: “Prudente barón Denon. Aviso, además, a los libertinos de todos los siglos: prudencia” (…) “¿Hay que citar como ejemplo de recuperación ideológica y de modificación de la censura la película de Louis Malle, en 1958, Los amantes, que se inspiraba directamente en Sin mañana?” De esto hablo. No negar datos ni historias al lector, pero tampoco contárselas como un mero investigador, sino ir uniendo unas con otras entre preguntas, digresiones y posibles respuestas. Quizás a esto (que no es nuevo) habría que llamarlo “biografía creativa” sin parecidos con las siempre edulcoradas y famosas de Maurois o Zwieg, antaño. Vivant Denon aparece –no puede ser de otro modo- como un hombre distinguido y culto que amó vivir. Y que supo (sin censura) cuanto “vivir” implica. Te quedan ganas de charlar con Denon, obvio.
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