Decadencias
VALLE-INCLÁN, POETA
El gran don Ramón de las barbas de chivo, el genio díscolo, entre conservador y ácrata, flor de leyendas de nuestros inicios del siglo XX! Dirán razonablemente algunos que toda su obra está traspasada de lírica, porque ¿cómo no decir que es prosa lírica, la hermosa novela de 1902, “Sonata de otoño”? Y es cierto. Aunque no menos que el hecho de que Valle publicara tres volúmenes de poesía (originalísima, dentro de ciertos batintines modernistas) más algún poema suelto, como el notable “Testamento”: “Caballeros, salud y buena suerte,/ Da sus últimas luces mi candil,/ han colgado las manos de la Muerte…” (El manuscrito estaba enmarcado en un viejo y ya inexistente restorán del Madrid de Chueca, “Arrumbambaya”. ¿Por dónde andará?. No es igual, por cierto que el que con ese título se reproduce al final de las recientes “Poesías completas” de Visor, al cuidado de Luis T. González del Valle y José Manuel Pereiro. Debieron circular diversas copias…)
Valle se estrenó como tal poeta –ya llevaba no poca obra- en 1907 con “Aromas de leyenda”, un libro sobre los caminos florecidos y con mendigos y aguardenteiros del sueño galaico que siempre llevó consigo, incluso introduce en el español sonoro y fino, dulces cantigas en gallego…Luego vendrían su libro más rotundo, lleno de versos entre exclamaciones, y siempre con el uso –simbólico y plural-de la palabra “rosa”: “El pasajero” de 1920, pero sin duda escrito antes: “Rosa del pecado”, “Rosa métrica”, donde va este endecasílabo: “¡Verso del Ardiente Pentáculo Astral!”. Son poemas modernistas, sin duda, aunque con un sello muy especial y cierta sombra funambulista… Valle fue amigo de Rubén Darío y no negó nunca lo que la poesía nuestra debía a aquel gran “indio”. Pero si algo, alguna vez se puede oír a Darío en Valle (hay que abrir con el gran soneto autumnal al Marqués de Bradomín) nunca se lo puede ver. El último –y penúltimo- libro de Valle será el mejor, la extravagante y sonorosa “La pipa de Kif” (1919), del que Hiperión sacó hará menos de dos meses una edición facsímil… : “Y va mi barca por el ancho río/ Que separa un confín de otro confín.” Aquí hay bohemia, gusto por lo grotesco (“Resol de verbena”) y la continua confirmación de que a Valle –lo dijo a menudo- le gustaba el cannabis más que la vieja y verde absenta: “Yerba del Hombre de la Montaña,/ El Santo Oficio te halló en España./ Cáñamos verdes son de alumbrados ,/ Monjas que vuelan y excomulgados…” Valle-Inclán fue en verso (rimado siempre como Machado) de una rotundidad y de una exquisitez pasmosas… Sus versos retumban, pero están a la vez plenos de sutilezas, porque el amigo de la santa bohemia, se decía también sabio en la gnosis, en el espiritismo y los abracadabras varios, al tiempo que ateo, monárquico y socialista… Rubén lo definió a maravilla en el dicho soneto: “¡Yo le he visto arrancarse del pecho, la saeta/ Que le lanzan los siete pecados capitales!” Hermosos alejandrinos. Valle fue poeta claro y alejandrino en muchos órdenes, ya no es posible olvidarlo. Reunió en vida sus tres libros en el tomo “Claves líricas” (1930). Y rimó con maestría. Desde este año –además- su obra es ya del dominio público. Libre: “Entierro de la Sardina,/ Fin del Carnaval”.
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