VALENTÍN SEROV, GRAN PINTOR RUSO
Aunque es sin duda uno de los grandes pintores de entresiglos -fines del XIX, principios del XX- el ruso Valentín Serov (1865-1911), muy conocido en su país y en su tiempo, cayó luego bajo la férrea censura bolchevique. De formación académica de base, y luego impresionista, modernista y hasta con algún toque decadente, Serov -sin llegar a ser pintor oficial- se movió en un círculo de comitentes ricos, que eran los que podían sostener su arte, en verdad de calidad notable. Yo lo conocí por un retrato muy bello que le hizo -1904- al entonces joven y ya atractivo príncipe Yussupov, el que en 1916, dentro de su vida disipada, mataría al monje Rasputín, al que muchos achacaban los males de la Santa Rusia, por la gran influencia que tuvo sobre la zarina. Mientras pintaba a Félix Yussupov se tomó una foto, y en ella vemos muy bien el estilo del pintor que trabaja y del retratado.
Claro es, pintó también al zar Nicolás II y a algunos miembros de la familia imperial, pero siempre en un aire cercano, íntimo, muy lejos de cualquier sesgo oficialista. Como muchos de los grandes pintores (y poetas) de la época, Serov fue muy dado al autorretrato, que era más anímico o simbolista que realista estrictamente. Retrató -porque eran parte de su mundo- a creadores y artistas, como muestra su bello y levemente inacabado retrato del gran patrocinador del arte moderno en Rusia, Serguei Diaghilev, al fin exilado temprano y creador de ese arte total que fueron -a partir de 1910- los “ballets rusos”. Pero para muchos críticos que se han acercado ahora al arte de Serov (es decir, más lejos de lo
que fue su vida) lo mejor de su producción reside en los paisajes de corte impresionista -alguno de Venecia, la mayoría rusos- y las imágenes de personajes burgueses, vistos en su cotidianeidad o su melancolía, como el célebre lienzo “Chica con melocotones”, que muestra a una muchachita
atractiva, sentada a una mesa, sobre la que hay unos melocotones, que la muchacha, con lazo, mueve como con aire ausente o distraído. Realismo y un impresionismo muy bien asimilado se dan la mano. Otros ven más moderno (sin duda es claramente modernista) un cuadro como “El rapto de Europa”, mitológico, donde el toro se mueve por el agua, dentro de una muy singular perspectiva, acaso lo más llamativo del lienzo. Haber llegado tarde a Valentín Serov es un débito de la crítica artística europea. Pero demuestra asimismo la torpeza, muy frecuente, de la política al inmiscuirse en los territorios del arte. Y en tal senda el
comunismo (desde su única exaltación del “realismo socialista”) fue un total desastre. Serov nunca fue bolchevique ni simpatizante, aunque era un hombre liberal y de moral muy abierta, pero prácticamente tampoco lo pudo ser -ni entrar en la dinámica entorno a 1917- si había fallecido en 1911. En suma, Valentín Serov es aún una asignatura pendiente nuestra, aunque alguna obra suya se haya expuesto, hará un par de años, en el “Museo Ruso” de Málaga, que trabaja con fondos del Ermitage. ¿Por qué no? La función de la política es no dar consignas al arte, de ninguna especie.
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