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Decadencias

Un trágico amor de Juan Ramón Jiménez

Marga Gil Roësset (1908-1932) era madrileña, de una familia culta y altoburguesa, con orígenes gallegos y franceses. Era una joven mujer muy bella -véase la portada del libro que comento- muy distinguida y con un aire sofisticado y moderno; además esta mujer de apenas veinte años dibujaba en muy peculiar estilo y era una naciente y ya premiada escultora, que había recibido los elogios de Victorio Macho y del crítico José Francés… Era tan atractiva (dicen) que la gente la miraba siempre cuando ocupaba su sitio en el palco de su familia en el Real… Una muchacha hipersensible, delicada en su infancia,  muy cuidada por su madre, amante de la poesía y del arte, y muy atractiva… Ahora su sobrina (poeta también y gran fotógrafa, Marga Clark) ha publicado en Editotial Funambulista una novela-crónica o novela sobre hechos reales, “Amarga luz”, donde cuenta aquella doliente historia que conmocionó a la época…

Porque Marga Gil Roësset, meses después de haber conocido personalmente al gran poeta Juan Ramón Jiménez y a su mujer Zenobia Camprubí ( a la que estimaba) se enamoró locamente del poeta, le envió dibujos con billetes de amor (en uno dice “Amor mío/ ¡Juan Ramón!/ siento que la muerte / no te da sensación/ de vértigo”) y como él no correspondiera a aquel amor tan desaforado de una hermosa mujercita de 24 años, ella optó radicalmente por el suicidio en la casa familiar de Las Rozas, entonces en las inmediatas afueras de Madrid. Como muchos suicidas, Marga Gil dejó varias cartas y una de ellas precisamente a Zenobia, a la que llama “Zenobita” y a la que pide perdón, recordando que su amistad o simpatía no hubieran sido un freno si Juan Ramón ( mucho mayor) hubiera querido aceptar… A él se ha dirigido en su diario -además de en los billetes que le enviara- y le deja una última entrada diarística que el libro reproduce y en donde percibimos que es tanta la buscada compenetración de la joven escultora con el poeta, que hace su firma con su estilo. Desesperada, Marga ha roto (antes de suicidarse) las esculturas en las que estaba trabajando. Aunque no muchas, quedan sin embargo muestras de su obra , como “La mujer del ahorcado”, en piedra, de 1932.  El final del “Diario” de Marga dice : “El amor es infinito…/ la muerte es infinita…/el mar es infinito…/la soledad es infinita… / yo con ellos…/ ¡contigo…!/ Mañana tú ya/ sabes…/ yo…con lo infinito…”  ¿No hay algo ahí, bastante, de JRJ, además del loco amor que late detrás?

Juan Ramón se conmovió mucho por el suceso pero no se consideró culpable. No lo era.  Escribió: “Tu sufrimiento, muerta tú,/ se ha quedado expandido sobre mí, / como el rojo del sol…”

Con todos estos materiales (que incluyen la historia familiar y fotos personales  y de la obra que queda de Marga Gil Roësset) Marga Clark traza un libro ameno que noveliza la historia y su propia vivencia de ella como pariente. Uno tiene sin embargo la sensación ( y no sólo en este libro, que se lee a gusto) de que la novelización no hubiera hecho falta. Que con narrar bien la historia, sus antecedentes y consecuentes y naturalmente la personal opinión entreverada hubiera sido bastante, pues hay intensidad a borbotones, por todos lados… Así lo creo. Pero el lector conocerá una rara historia trunca, desesperada y extrañamente ejemplar.


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