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Decadencias

Un escritor público y secreto

No he tenido nunca el placer de conocer a Rafael Chirbes ni creo haber coincidido jamás con él. Dado que es un escritor de mí generación (sólo tres años mayor) quizá sea un fenómeno raro. O acaso él mismo es raro, lo que le honra. Empezó su carrera literaria tarde, pues cuando su primera novela, “Mimoun” quedó finalista en el premio Anagrama en 1988 (por eso el libro se ha reeditado ahora, con claro sabor a homenaje por los veinte años transcurridos) los de su época, por lo general, teníamos ya no pocas horas de vuelo. Anagrama completa el homenaje al poco visible Chirbes (valenciano) editando sus crónicas viajeras de los años 90, en su mayoría, entonces publicadas en la revista “Sobremesa” y que ahora forman un agradable tomo titulado “Mediterráneos”, pues todas tratan de viajes por este Mar Interior. Pero prefiero hablar de “Mimoun”, novela marroquí, que sale precedida de un elogioso artículo de Carmen Martín Gaite publicado en la época, donde alaba sin ambages esta novela breve, porque tiene todo lo que a ella le gustaba en las novelas, es decir, calidad de escritura, misterio y una cierta dispersión, una falta de certezas que no desdibuja a los protagonistas, sino que los subraya con un punto de niebla. Hablé más de una vez de esos gustos con Carmen, que por puro azar, supongo, no me mencionó a su defendido Chirbes. Cuando salió “Mimoun” varios amigos me hablaron bien del libro, peripecia semisecreta y “caída” de un profesor español en un pueblo marroquí, el Mimoun del título, cercano a Fez. Yo había ya entonces viajado no poco por Marruecos, y por lo que fuese sentí que ese libro no me diría nada nuevo, después de haber leído a Mohamed Chukri, al que veía en Tánger, o al propio Bowles. No leí entonces “Mimoun”. Pero como decían los antiguos “los libros tienen su destino” (habent sua fata libelli) y así la novelita de Chirbes me ha llegado ahora y me ha encantado. No pretende exotismos aparienciales –todo lo contrario- pero es fuertemente marroquí, porque al fin el protagonista sucumbe (no del todo) a la extrañeza de un mundo que no acaba de entender, de un mundo cercano y enormemente lejos. Eso pretendían también decir muchos cuentos y novelas de Paul Bowles (“El cielo protector” sin ir más lejos) a quien seguramente le habría gustado “Mimoun” que a lo mejor, no lo sé, llegó a leer. Bowles entendía muy bien el español, aunque hablara despacio. “Mimoun” es el libro, narrado en esguinces, de la “otredad”. De la fascinación y la caída en lo distinto, a menudo con tintes sórdidos, y pinceladas homoeróticas que no terminan de ser el primer plano, porque no es necesario. Un excelente primer libro, al que habría que denominar, antitéticamente, exótico sin exotismo. Su tema es el mismo de un viejo relato de Somerset Maugham (este en los Mares del Sur) que me gustó de adolescente: “La caída de Edward Barnard”. El hechizo de lo distinto que te destruye. También Conrad habló de ello… Creo que Rafael Chirbes no gusta de las modas ni del mundo mediático. Parece así en el polo opuesto de tantos escritores de ahora mismo que se fían de la venta por imagen. Él quiere ser escritor sin rostro (sin llegar a Salinger) y de nuevo lo felicito. Ahora sí, espero saludarlo un día. Porque a veces un lector agradecido vale como un amigo. Felicidades.


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