Decadencias
Terenci Moix y yo.
Aprovechando que el amigo Juan Bonilla acaba de sacar en RBA su estupenda biografía de Terenci, “El tiempo es un sueño pop. Vida y obra de Terenci Moix” (donde se deja algunas mínimas cositas, como es natural, y para la que en su momento hablamos) me apetece a los 9 años de su muerte – ya nueve años- recordar a aquel amigo tan tierno que fue Terenci, aquella explosiva mezcla -quizá ya irrepetible- de alta cultura y cultura pop, que hoy algunos mindundis más o menos encorbatados quieren emular en la horrible tele, imposiblemente, porque no alcanzan ni la suela de la faraona sandalia de Moix…
Terenci fue un atodidacta sí, y le gustaba la chafardería, el glamur y el lujo, pero ante todo quería ser un escritor de verdad, serio, fuerte (a lo Capote o Tennessee) y así supo muy pronto que primero tenía que construirse el personaje serio y solvente- el amigo de Pasolini o de Elsa Morante- y sólo después de la fama dura, caer –con pose- en esa fama más fungible de animal televisivo y transgresor que también ofició, pero después. Además, a qué negarlo, los tiempos son peores. Más vulgares y horteras, así es que también Terenci lo hubiese tenido algo más dificil… He conocido y gozado de pocas amigos tan cariñosos y delicados como Terenci solía, incluso mandándote ramos de lirios por una crítica . Pero amigo a muerte de sus amigos, Terenci era también enemigo a muerte de sus pocos enemigos. Le oí decir verdaderas perrerías de varios antiguos novios o amigos por los que se creyó traicionado. Lo que menos quería era borrar sus huellas de las faz de la tierra, pero se contentaba (en cenas íntimas) hablando de ellos con sus nombres deformados hasta el esperpento. Terenci adoraba las divas (Callas, Caballé, Espert) pero también le gustaban las folclóricas. Le encataba Shakespeare –de verdad- pero había escrito a menudo novelas por encargo, que él mismo (en secreto) decía que no eran buenas… Aseguraba ser muy fiel a sus parejas, pero cuando no tuvo, supo divertirse con chicos guapos. Me dijo una noche: ¡ Qué manía con decir que salgamos del armario! Pero si ni tú ni yo hemos estado nunca dentro… Catalán hasta la médula y muy amante de una Cataluña cosmopolita, según él CiU y Pujol se la habían cargado. Detestaba el catalanismo de barretina, el antiespañolismo paleto, y poca gente le cayó peor que el “president” Pujol y su señora Ferrusola. Solía decir: De verdad, querido, ella es mucho peor… (¿Qué diría ahora con el jabatillo Oriol?). Fumador hasta la muerte y amante de los “dry martinis”, Terenci trasnochaba en Internet –al final- y se gastaba en lujos y caprichos de amantes el dinero que ya no tenía… Nunca he visto un catalán menos tacaño. Le gustaba Cleopatra (no sólo Liz Taylor) pero también Faulkner… Era todo culta vitalidad. Va un beso. En este mundo apenas hay sitio ya para Terencis… ¡ Oh Alejandría!
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