Imagen de artículos de LAdeV

Ver todos los artículos


SEMANA SANTA

(Este artículo se ha publicado en El Norte de Castilla)

Nuestra muy católica Semana Santa es una tradición que debemos respetar todos, incluidos agnósticos y cristianos evangélicos, que la consideran una barbaridad pagana de iconolatría, es decir, culto a las imágenes… Nuestra Semana Santa debe ser respetada porque es una vieja tradición popular piadosa. Cierto que en este caso la voz “vieja”, muy respetuosamente, tiene un doble sentido. Es vieja por antigua y es vieja porque representa una forma del culto católico, muy lejos del mayoritario sentir actual. La Semana Santa nuestra hunde sus raíces en la Edad Media y se representa, se exhibe, como el culmen barroco de la Contrarreforma. Los Cristos torturados y las Vírgenes dolientes o llorosas con los dedos enjoyados (como la Macarena, en Sevilla) son la apoteosis de algo que ya no puede ser así. Pero lo sostiene el fervor popular y –no lo olvidemos- también el turismo, incluso nacional.  No podemos olvidar tampoco (dentro de este necesario respeto) que hoy la expresión “vacaciones de Semana Santa” ha perdido mucho de su sentido religioso. Para muchos, estos días vacacionales lo son de mero asueto y descanso, para viajar, esquiar o hasta ir a tomar el sol a una playa, divertirse y descansar en suma. En este caso –que afecta ya a un muy amplio segmento de la población en todo el país- el elemento religioso no existe o apenas existe como un recuerdo de fondo. Es igualmente necesario repetir que la semana santa no religiosa (la vivimos muchísimos) merece exactamente el mismo grado de respeto que la otra…

Ello nos trae al muy español tema de las banderías: O conmigo o contra mí, algo tan peligroso como obsoleto debiera ser. No hace mucho ha habido una condena por blasfemia e Internet ha ardido con razón. Respetar quiere decir no tocar, no prohibir, pero jamás no opinar.  Lo decía Savater: yo a usted no le puedo tocar ni un pelo pero puedo disentir plenamente de sus opiniones. Y es que aún existen mal informados que dicen: ¡Respete mi opinión! Claro, yo respeto su opinión porque usted la dice y se oye, pero unos estarán de acuerdo con esa opinión y otros no. Respetar nunca es decir amén, no, es saber a ciencia cierta que unos estarán de acuerdo con lo que dices y otros no, pero que ese desacuerdo no puede tener ninguna consecuencia. Blasfemar puede ser feo, y sabemos qué bajos índices de educación existen hoy, pero si uno puede condenar oralmente la blasfemia, no la debe considerar un delito (si sólo es blasfemia de palabra o gesto) porque ello afectaría gravemente a la libertad de expresión, que es sacrosanta.  Este guerracivilismo sigue –muy desdichadamente- existiendo entre nosotros. O rojo o azul, no hay término medio. Ese disparate –recuerden- nos costó tan, tan caro que aún lo pagamos. Los españoles de cualquier autonomía debemos urgentemente aprender respeto: Que nuestro vecino sea de izquierdas o de derechas, vaya o no a misa, esté a favor del divorcio o crea en el matrimonio indisoluble, no quita que sea en todo nuestro vecino –y a la inversa- alguien a quien debemos totalmente respetar y hasta ayudar, si la ocasión se diera.  Sólo cuando entendamos  que somos iguales y podamos convivir tranquilamente en las diferencias, unos y otros, sólo en ese momento seremos de veras civilizados. Reflexión de Semana Santa.


¿Te gustó el artículo?

¿Te gusta la página?