RELECTURA DE WALLACE STEVENS
Wallace Stevens (1879-1955) fue uno de los grandes modernos de la poesía norteamericana. Un poeta de imágenes y sensaciones que, al final, quiso hacerse más hondo y se volvió más hermético. Hizo una vida gris de alto funcionario, que pasaba los veranos en Florida y siempre deseó todo lo que ello significaba. Un libro suyo se 
llama “Viaje al verano”. Yo leí muy joven a Stevens en una antología argentina, bilingüe, traducida por Alberto Girri. Me gustaba la contenida pasión de Stevens, sus muy refinadas metáforas y el uso ocasional del francés, casi como un adorno. Ahora he releído “Ideas de orden” (1934) -Lumen- otro Stevens poderoso con títulos de poemas que recordaba muy bien, casi desde mis 
veinte años: “Sailing after lunch” (Navegando después de comer) o “A postcard from the volcano” (Una postal desde el volcán). Los títulos de Stevens suelen ser muy sugerentes. Sigo adorando su primer libro “Harmonium” (1923). Tengo la primera edición en inglés, con una singular dedicatoria de preguerra: María de Maeztu se lo regala (y dedica) a Carmen Baroja.
Cuando Stevens tuvo más fuerza en mi, fue al escribir mi segundo libro de poemas, “El viaje a Bizancio”, que en realidad era el tercero. Hay muchas seducciones de Stevens en el: “Páginas sobre un pujante deseo”. Encuentro mucho del Stevens que amo en “Ideas de orden”, como puedo hallarlo en otros títulos suyos, como “Las auroras de otoño”- Siempre hay en Stevens versos muy sugerentes y un mundo poético propio (“en la gran decadencia de los perecidos cisnes”) como 
este otro: “la primera vez que uno/ tuvo conocimiento de que lo excéntrico era la base del designio”.Me gusta Stevens y también quisiera navegar después de comer, en un sol de trópico. Pero me doy cuenta de que su labor en mi (su más honda labor o trabajo en mí) se hizo ya, sobre mis veintimuypocos años… Lean a Wallace Stevens. Fue un poeta importante de verdad. Un clásico del siglo XX.
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