Decadencias
Recuerdo de Yannis Ritsos
Durante muchos años (al nivel de Cavafis o de Elitis, pero más popular que ambos) Yannis Ritsos (1909-1990) fue el poeta más conocido de la Grecia moderna. En España, aunque tarde, está hoy muy traducido (obras diversas en Icaria y El Acantilado) pese a lo cual pocos se han acordado aquí del centenario de este poeta (una suerte de Miguel Hernández o Celaya, amalgamados) que sufrió prisión y censura, pero que logró hace sonar su voz en la de muchos. De alguna manera parece que Yannis Ritsos estaba destinado a esta lucha contra las dictaduras, porque nació un 1º de mayo y sus padres se llamaban ambos Libertad. (En griego puede ser término femenino y masculino, Elefthería y Eletherios, aunque es más habitual el femenino.) En la colección Juan Ramón Jiménez de la Diputación de Huelva, se acaba de publicar un hermoso experimento en homenaje a este gran poeta de corazón popular. La versión de uno de sus primeros poemas famosos “Epitafio” de 1936, una suerte de planto tradicional griego (un “moiroloi”) que podría recordar, desde otro punto de vista, el “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” de Lorca. El tema es el treno de una madre cuyo hijo, muerto en una manifestación obrera en Salónica en mayo de 1936, agoniza en sus brazos. La foto (reproducida en el libro) inspira el poema de Ritsos que pone en boca de la mujer este canto de dolor y de exaltación, alabando (en el camino de una rica tradición popular que tiene ya muestras en “La Ilíada”) la belleza y gallardía del mozo, su solidaridad con la justicia y con los oprimidos, y esa voz que no muere porque la madre la hará seguir viviendo con el puño cerrado. No es extraño (con música de Mikis Theodorakis) que este siga siendo, con sus suaves diminutivos, uno de los textos más populares de la literatura griega actual: “Mi niño, entraña de mis entrañas, corazón de mi corazón,/ pajarillo de mi patio pobre, flor de mi desolación…” La edición de la colección JRJ reproduce el original griego, con la letra al modo bizantino, ofrece la cuidada versión directa de Juan José Tejero, joven helenista andaluz, más una versión en romances (pues Ritsos utiliza un metro popular en Grecia, cuyos dos hemistiquios se equipararían a dos octosílabos) obra del poeta Manuel García. Si la traducción directa nos ofrece la belleza de un treno muy singular, la versión romanceada ( poco infiel) nos acerca a lo que el poema tiene que ver con nuestra propia tradición popular, y especialmente con “Viento del pueblo” o “Cancionero y romancero de ausencias” de Miguel Hernández, además del mentado recuerdo a la elegía lorquiana. Aunque, en verdad, no es lo mismo una elegía que un planto. Vean: “¿Qué hiciste mal, hijo mío?/ Por tus cumplidos afanes/ pediste el sueldo a los hombres/ que nunca cumplen con nadie…” Una obrita, pues, doblemente recomendable: por poesía y por filología o teoría de la traducción poética. Y es que no quedaba bien olvidarse de Ritsos, que no fue premio Nobel, porque (como Alberti) tuvo el premio Lenin, que lo descartaba. El comunismo ha muerto o tal se diría, e hizo muchas sinrazones, pero el fascismo también las hizo y no estamos tan ciertos de su fin. Por lo demás Yannis Ritsos fue uno de los grandes poetas “comprometidos”. Como Neruda, como Aragon, como Alberti. No a menor nivel. Y tuvo la palabra Libertad (hicieran de ella lo que fuere los políticos) escrita por todas partes.
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