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Decadencias

RECORDAR A JEAN GENET

Hace treinta años que murió Jean Genet (1910-1986) indudablemente con William Burroughs el gran maldito del siglo XX. Algunos dirían que fue un “antisistema” –acercándolo a hoy- pero eso es quedarse muy corto y hasta pacato para alguien que no estaba contra el sistema sino contra el orden. Genet no buscaba un cambio de jean-genet-1coordenadas sino la desobediencia total. “Diabolus est Deus inversus” se decía en la Edad Media. Si el demonio es dios al revés, y uno cree –como los cátaros- que vivimos en un mundo mal hecho (el mundo de Dios), de ahí si infiere que el mundo bueno, la otra creación, sería la del Diablo –léase la del Mal- 10392618_1por lo que el rebelde radical, como un Luzbel, debe estar contra todo lo que sustente ese falso “Bien”. Otros dirán que  Genet fue un magnífico prosista lírico que había sufrido de niño y de joven, que había sido un 57b1adb112e31865f94739625789c9f8delincuente, y que en su tiempo de cárcel, leyendo en prisión a los clásicos franceses, se había construido un estilo –véase el magnífico “Pompas fúnebres”, uno de sus libros más bellos y menos conocidos- que pone la realidad cruel y el afán de subvertirla en una página  suntuosa que se vuelve moderna, desde la mejor clasicidad. No olvidemos que cuando Genet escribió poesía, si su tema era el canto de amor a un joven asesino, los versos eran alejandrinos rimados…el-funambulista-jean-genet

Errata Naturae republica ahora un precioso librito de Genet escrito en 1957 , “El funambulista”, que podría considerarse todo él, con su misma fragmentariedad, un f86033affc55da1d7b9f88bd5118b9f8funambulista-tightrope-walkingprecioso poema en prosa. Considerando el circo como el residuo de un primitivo mundo hostil al canon burgués, ve en el equilibrista sobre el cable de acero, a un héroe de la belleza transgresora, un joven que juega con la muerte –que forma parte de ella- y que fascina y aterroriza, maquillado, cubierto de lentejuelas y empalmado, para que brille más el discurso contrario. El texto es subvertidor y a menudo de una radiante hermosura lingüística. El Abdallah  a quien se jean-genet1494655_640pxdedica era un amante y protegido de Genet, un chico argelino que trabajaba en un circo como funambulista. Cayó dos veces y en una quedó mal como para volver a ejercer el oficio. Genet lo seguía protegiendo, pero llegó un tal  Jacky, ladrón de coches y aspirante a  corredor de carreras, y Genet se enamoró. Abdallah, el protagonista de este libro, se suicidó entonces (1964) con pastillas y cortándose las venas, rodeado de libros de Genet subrayados y manchados de sangre salpicada. Una imagen de salvaje amor fuera del orden. Genet lloró (dicen que nunca lo hacía) y se consideró responsable de ese suicidio no tanto o no sólo de desamor, sino de vida truncada. Eso es vivir al filo del abismo. El lector puede medir el peso de la sociedad y en el otro platillo el del individuo. Lo cierto es que en el momento mejor de esa historia, había brotado este radiante poema: “Una pg_1468519848lentejuela de oro es un minúsculo disco de metal dorado… (…) Marca con precisión tu musculatura. Pero empálmate. Tu cuerpo tendrá el vigor arrogante de un sexo congestionado, irritado.  Maquillado, por tanto, suntuosamente… Si caes, merecerás el canto fúnebre más convencional.” Salvaje. Muy bello. Por eso Genet sigue siendo un mito muy difícil de restar.


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