Decadencias
RECOBRAR A FRANCISCO VILLAESPESA
Digámoslo claramente, el almeriense Francisco Villaespesa (1877-1936) fue un estupendo poeta, de primera línea en sus inicios y solidez modernistas, que lentamente -por su impensable inmovilismo estético- se convirtió en un poeta vetusto y vulgar, pese a su triunfo como dramaturgo poético o a sus éxitos latinoamericanos, donde lo llegaron a coronar poeta al estilo del viejo y también alto Zorrilla… Villaespesa falleció en abril de 1936 y (recuerdo las palabras de Vicente Aleixandre) nadie se inmutó porque los más nuevos creíamos que ya se había muerto… Sin embargo, el antaño excelente Villaespesa, sí tuvo un gran obituario, el que le dedicó Juan Ramón Jiménez, compañero de promoción, recordando sus buenos poemas, sus años juveniles de quimeras azules, y la avanzada magnífica que Villaespesa supuso. Uno de nuestros mejores modernistas. El profesor Andújar Almansa (buen conocedor de la obra de su coterráneo) acaba de publicar en Renacimiento una muy buena antología de Villaespesa, “Thule”, porque recoge por temas generales, parte de lo mejor de un autor en sus buenos momentos (incluidos los inicios de buscado decadentismo) muy buenos: “¡Paraísos artificiales!…/ ¡Invernaderos de morfina;/ selvas de éter; catedrales/ de marihuana y cocaína!…” Quien escribió en uno de sus primeros libros, “La copa del rey de Thule” (1900), el lema d’annunziano de “O rinnovarsi o morire” (y tenía sentido) no podía terminar en el lodo pesado de un viejo postmodernismo zaguero…
Con Carrere, Alejandro Sawa, el amigo granadino Isaac Muñoz, Darío, Manuel Machado, Juan Ramón o Valle-Inclán, Villaespesa es la vanguardia ruptural, llamativa, de nuestro modernismo más atrevido. Sus libros iniciales encarnan esa ruptura, con musa verde incluida, “El alto de los bohemios”(1902), “Rapsodias” (1905) o “Tristitiae rerum” (1906). ¿Por qué quien tanto innovó y escandalizó, comienza a detenerse, ya en la segunda década del siglo XX? Para algunos sus viajes a América, que nos llevaba ventaja en la guerra modernista, lo ahúman de autocomplacencia. Para otros el gran éxito español de su teatro poético, como “El alcázar de las perlas” (1911), con María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza como protagonistas, lo deja cómodo en un éxito que podía dominar… Con todo, probablemente, el error de Paco Villaespesa, fue haber dado la espalda del todo a las vanguardias (no lo hizo Juan Ramón) y haberse quedado tristemente dormido en sus viejos laureles… Quien ha escrito un soneto en alejandrinos como “Histérica”, lleno de varias sensualidades (“Y ella, mientras la fiera sus carnes despedaza,/ los párpados entorna… y sonriendo expira!”) no podía terminar en un honroso y vago adocenamiento. El Villaespesa de los bohemios, los ensueños de éter, la sexualidad ambigua, las drogas, y el cansancio noble del tedio vital, no podía terminar en la mediocridad burguesa. Pero así fue, y probablemente su “musa enferma” se convirtió en prudente musa de mesa camilla. No puede consolarnos saber que, antes, al gran José Zorrilla, le había pasado algo muy parecido. En realidad la mayoría del modernismo se ahogó en su propia laguna verde, y sólo se salvaron los que entraron en el prosaísmo canalla o la poesía sentenciosa (Manuel Machado en “Ars moriendi”),los que de verdad no dejaron de cambiar como Juan Ramón o los desaparecidos -claro- como Darío o Muñoz, aparte de la “palabra en el tiempo” de Antonio Machado… Sí, el modernismo se cayó o se estancó, pero durante casi veinte años fue lo mejor de nuestra poesía en las dos orillas. Por eso no debe olvidarse al principal Villaespesa.
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