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Decadencias

Mohamed Chukri, el rebelde

Chukri (1935-2003) nació en una familia humilde y en un pueblo cercano a Tetuán, en loque entonces era el Protectorado español del norte de Marruecos.  Lo vi varias veces en Tánger –ciudad en la que terminó viviendo- y hablamos (eran los primeros años 90) en su estupendo español.  Como dicen las traductoras de su peculiar segundo libro de memorias, “Tiempo de errores”, que acaba de publicar Cabaret Voltaire, si Chukri no hubiera tenido el constante y noble afán de ser un escritor en árabe, leyendo con rigor a los clásicos de su lengua, hubiese sido escritor español –lengua que aparece a menudo en sus escritos- porque leía literatura española (cita a Valle-Inclán, por ejemplo) y además lo español, incluso en la colonia, le caía bien. Pero aunque fue profesor ocasional           –como cuenta este tomo de capítulos algo desordenados y vivos- fue siempre marginal, odiaba a su padre (era correspondido) y quería escribir para no enloquecer, en un mundo –el suyo- de noches calientes, putas de varias nacionalidades y bandoleros de toda laya… El mundo de Chukri (pasando por el psiquiátrico) era la noche, la crápula y todo lo que ello simboliza.  Ya empieza a contarlo en el primer tomo de esta autobiografía singular, “El pan a secas” (aunque era más bonito el título de la primera edición, también traducida del árabe) “El pan desnudo”. Ahí habla más de su niñez, pero siempre putas, chulos, hampa, marginación, gente maltratada por la vida. En este tomo  se hace más evidente, aunque dudo que tuviera por “errores” lo que constituía la esencia de su vida: el nomadeo, amar a las putas, las timbas y el alcohol… ¿Qué hubiera hecho en los países árabes, tan puritanos de ahora mismo, él, pecador consciente y gozoso?

Fue amigo de muchos grandes del Tánger Internacional (Bowles, Genet o Tennessee Williams) pero alguien le llevó a creer al final, que estos buscadores de prohibiciones –como él- no amaban Marruecos, sino su abierta juventud masculina. Algún caso puede ser real, pero no el de Paul Bowles, que recogió el folclore marroquí y la literatura oral, como en el libro que hizo con Mrabet –uno de sus guardianes final- “Amor por un puñado de pelos”. Chukri no puede dejar de admirar a Bowles, pero cae en la tentación de criticar su aire frío. Bowles (como Chukri) amaba lo prohibido, peroPaul lo hacía desde un prestigio dandístico, mientras que Mohamed se mezcla con el pueblo llano (como cuenta en este libro) y busca un mundo si diferente, no menos vetado.  Chukri puede ser en las letras árabes (menos lírico) una suerte de Genet, pero con mujeres golfas, que eran susamigas. Su historia -y lo que se contaba de él- sólo podía ser el desamparo, la soledad, la rabia, y la belleza consoladora de los márgenes.  Escribe directo y bonito. Quiere narrar (con elipsis) la desesperación, la pobreza, el anís, el erotismo mercenario y la simpatía por los españoles. Me invitó a un café. Me habló de novelas españolas         (“La vida perra de Juanita Narboni”) y al fin, riéndose, porque le parecía natural, dijo: Ese marica murió ya, ¿no? Un gran tipo.


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