Decadencias
Modiano: lirismos y silencio
Patrick Modiano (1945) es un francés alto, educado, hijo de padre italiano y madre belga. Como la madre era actriz y el padre industrial ambos pasaban mucho tiempo fuera de casa: Infancia solitaria con un hermano que murió a los diez años… ¿Tendrá esto algo que ver con las ausencias, las lagunas, que tanto caracterizan la novelística de Modiano, que se inauguró en 1968 con una novela sobre el París ocupado titulada “Place de l’Etoile”? Creo que Modiano ha sido bastante leído y traducido en España y algunos novelistas nuestros de buen hacer (Sáchez-Ostiz o José Carlos Llop, entre los que recuerdo a vuelapluma) algo le deben en alguno de sus libros. Quien no lo haya leído debe hacerlo –le guste después más o menos- porque el estilo Modiano es uno de los que, sin duda, marca una de las líneas más fértiles de la novela contemporánea. Aunque no sea “Pédigrí” o “En el café de la juventud perdida” –sus dos últimas obras, que pasan por las mejores- podemos ver su mundo en una novela antigua que aquí (sí en Venezuela) no se había traducido: “Villa Triste” (Anagrama) de 1975. Como en varios de sus libros Modiano nos sitúa (con un estilo elegante pero no sofisticado, no pensemos en Proust) ante escenarios y épocas desvanecidas, plenas de un decadente esplendor, que el protagonista trata de recuperar, aunque se quede con poco más de lo que tuvo: pedazos de pedazos de una tela brillante en un arcón. Ahora estamos con el fondo de la guerra de Argelia, en una estación termal de la Alta Saboya, y con un jovencito soñador que quiere evitar que lo envíen como soldado a África. Este chico (que quince años después tratará de reencontrar el esplendor, pequeño esplendor perdido) se hace llamar conde Victor Chmara –quizá medio ruso o medio egipcio, el perdido Egipto del rey Faruk- usa monóculo, y se encuentra –está muy solo- con dos seres tan singulares y huidizos como él. Una muchacha delicada y bonita (muy perezosa también) que quiere ser actriz y gana un pequeño concurso de belleza y elegancia local, y el doctor René Meinthe, homosexual y algo loca, hijo de un célebre héroe de la Resistencia, que vive en una villa que él mismo ha llamado “Villa Triste”. Tuvo un amante belga, aristócrata de verdad (ya pasado) y gracias a él se sabe el árbol genealógico de esa monarquía, y puede identificarse a sí mismo con la desdichada reina Astrid. ¿No sólo mote de loca? ¿Y qué trapicheos se trae en Ginebra René, que a menudo abandona a sus queridos amigos de ese verano dorado? Argelia francesa o al contrario. Al final se suicida en aquella villa medio vacía y no sabemos porqué… Chmara se ha ido e Yvonne también, por otro lado. ¿Serán algo o nunca serán nada, más que incógnito y ausencia? Todos, por lo demás, tenían como suele ocurrir, bastante de verdad en su mentira. Y es que tal es el estilo de Modiano, su timbre incluso o su sintonía: Narra bien y mantiene el suspenso. Nos encanta con el aroma langudeciente de lo perdido, pero calla tanto o más que dice. Sabemos cosas de los protagonistas, bastantes, pero ignoramos más y sólo nos quedan efluvios y preguntas. Un bello tiempo perdido (nada del otro mundo) y el afán de recuperarlo… ¿Quién, díganme, no lo ha vivido?
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