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Decadencias

Mercedes Formica, dama oscura.

A mediados de los pasados 80, el tangerino Emilio Sanz de Soto (amigo de Paul y Jane Bowles, de Ángel Vázquez y de todo aquel mundo internacional) me dijo que le habían presentado a una mujer, ya mayor, pero magnífica: Mercedes Formica (1916-2002). Yo nada había leído de ella, pero el nombre me sonaba. ¡Pero claro, replicó Emilio, es la que dicen que fue novia de José Antonio Primo de Rivera!. El dato, por entonces, no me entusiasmó. Pero no mucho después, Emilio me presentó a Mercedes Formica, una guapa y elegante señora andaluza, que probablemente siempre vivió bien, pero que tuvo inquietudes feministas y literarias. Mercedes (“señora bien” y de derechas) fue, de algún modo, una perdedora. Conmigo era muy gentil, me regaló algunos de sus libros de Historia como “María de Mendoza” (1979) sobre la amante principal del bello D. Juan de Austria. E hizo más, organizó una firma de mis libros en el rastrillo de “Nuevo Futuro”, donde la hermana del rey, muy solícita y en delantal, me sirvió una naranjada. Yo conocía ese mundo, pero no me gustaba. Mercedes (una liberal demócrata pero de derechas) parecía condenada a él.

En efecto, de joven, se afilió a Falange Española, y José Antonio le otorgó responsabilidades. Era “el fascismo de izquierdas” que hablaba de “justicia social” y no de “caridad”. Mercedes (chica bien, con inquietudes feministas) se entregó a la causa, hasta que la sintió traicionada por Franco, en lo que llamaba “el albondigón” es decir el decreto de unificación de FET y de las JONS, o sea, falangistas con tradicionalistas, para Formica algo infumable. Creía que Franco pudo salvar la vida de José Antonio pero no quiso, y todo ello se deja sentir en los dos libros de memorias que publicó “Visto y vivido” y “Escucho el silencio” que ahora publica unidos Renacimiento, como “Memorias. 1931-1947”. Novelista, feminista, universitaria, mujer libre y que quiso la libertad de todas, el drama íntimo de Mercedes –nunca olvidaré lo bien que manejaba un gran abanico- es que teniendo muchos “enchufes” con el poder, no era franquista y es más, consideraba al inquilino de El Pardo como traidor a los ideales joseantonianos.  Era una dama a la que los suyos miraban como “especial”. Pero claro (y el drama nace de la fricción de opuestos) los de enfrente, la izquierda en su más amplio sentido, sentía que Formica –sino novia, era muy guapa, amiga de José Antonio- se había equivocado de bando, si tenía –y era verdad- inquietudes sociales. Es una escritora notable (historiadora o novelista) que se quedó, como tantos, sin su España. Ella pertenece también a esa soñada y querida “tercera España”     –la de Juan Ramón o Cernuda- que no terminamos de ver llegar. Sí, Mercedes Formica no era para nada (bastaba su libertad al oírle hablar para comprobarlo) una señora del Régimen. Pero –hay que decirlo- tampoco abandonó el paraguas de la derecha para cruzar la calle, por lo menos a la mitad. Era simpática, abierta, culta, libre, criticaba a la Iglesia y a Franco, pero se quedó sin cruzar. Merece el rescate. Decía: “el sueño no pudo ser.” Era verdad.


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