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Decadencias

Memoria de Iván Zulueta

Era un tiempo de malditos y malditismo. Lo minoritario tenía gran predicamento y se pensaba (nunca falta algo de razón) que las mayorías, los sacristanes y las amas de casa –o quienes tienen esa mentalidad- no sólo estaban equivocados sino que, además, daban igual… Eran otro mundo sin brillo ni aventura. En ese contexto de la noche madrileña –que aparece en la novela que publicaré muy pronto, “Malditos”- conocí a Iván Zulueta (1943-2009) que como el querido Adolfo Arrieta –entonces en París- se movían en un cine experimental y en una vida al límite… Hay que recordar que la terrible heroína (el “caballo”) no era todavía el arrastrado “jaco” de la delincuencia, la marginación o las sórdidas barriadas extrarradiales, no. La heroína era aún (lo fue poco tiempo) la droga intelectual del límite, del borde abismático, cantada por el gurú yonqui William Burroughs y por la canción de Lou Reed. Cuando Iván (con aire serio, duro) entraba en aquellos bares y discotecas, a menudo con Eusebio Poncela y Marisa Paredes como enigmáticas figuras del apocalípsis, uno no sabía si se picaban o no (Iván desde luego, sí) pero estaba claro que le echaban un pulso nocherniego a la modernidad a base de galopadas. Otras veces el acompañante de Zulueta era un chico muy atractivo y ultramoderno que hizo de actor y del que no se ha vuelto a saber, Will More (también muy habitual de Leopoldo Panero). Lo gay se mezclaba con lo pansexual o lo bisexual y todo ello –cultura, noche, sexo y drogas- con el cine especial. Iván Zulueta empezó adaptando un cuento de Poe en “Ágata” de 1966 y en esos terrenos para pocos anduvo hasta “Leo es pardo” de 1976. Luego vendría su gran obra ( y hoy ciertamente un filme de culto) “Arrebato” -1980- que además de su calidad cinematográfica, unía los vahos de la incipiente “Movida” con algo mucho más fuerte, como había sido el “underground” contracultural de los años finales del franquismo y los primeros de la Transición, una de las raíces y de las claves, poco estudiadas aún, de lo que despúes sería la tan abusada, libérrima, gozosa y mentada movida. Zulueta (con el que tantas noches anduve, Will More o Leopoldo por medio) que además de cineasta fue un excelente cartelista (de las primeras películas de Almodóvar y de alguna de Borau o de Gutiérrez Aragón) quería ser la imagen de ese tiempo nuevo, ajeno al marxismo pero también al capitalismo salvaje, en que todo sería otra cosa, empezando por la vida y la moral, hartas en España de siglos de católica desolación. Que Iván (y otros) fracasara, que tuviera que retirarse años a su natal San Sebastián, derruido y en tratamiento de metadona, no quiere decir que sus teorías –las de la contracultura- estuvieran equivocadas, siguen siendo el gran reservorio de un mundo nuevo y futuro. Lo equivocado entonces por muchos amigos y amigas –Eduardito Haro entre ellos- fue sin duda el camino. Equivocaron la ruta, qué duda podría caber hoy, la ruta, no la meta. Iván Zulueta ha muerto el último día de 2009 después de años de retiro o semiretiro y dejando tras de sí (era el signo de su tiempo) tanto mucha desolación como inmensa leyenda dorada. Muchos jóvenes de ahora mismo te preguntan si pudo ser posible un tiempo tal. Lo fue. Espléndido. Aunque hubiese sido mejor todavía.


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