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Max Aub, poetas inventados.

Max Aub. Antología traducida. Edición de Pasqual Mas i Usó. Visor, Madrid, 2004. 241 págs.

 

Nacido en París, hijo de padres centroeuropeos, Max Aub ( 1903-1972) escogió en los años 20, cuando vivía en Valencia ( su padre prefirió quedar fuera de la Francia en guerra) la nacionalidad española. Aub, pese a las no pocas adversidades de su vida, decidió siempre ser español. Y aunque hablaba varias lenguas ( el alemán era su lengua materna, y el francés la lengua en que hizo sus primeros estudios) declaró siempre que sólo sabía escribir en castellano.

Aunque se estrenó como poeta, en 1925, con Los poemas cotidianos, Aub será recordado como uno de los grandes prosistas de la generación del 27. Antes de la guerra civil se movió en territorios fecunda y no cerradamente vanguardistas, pero para desdicha suya – respecto a España- sus grandes novelas fueron escritas y publicadas en el exilio mexicano, con muy escaso eco en la península. Así La calle de Valverde o esos dos hitos de la superchería literaria o del afán de enmascararse, que son Luis Álvarez Petreña y sobre todo Jusep Torres Campalans, que es – nada menos- que la invención de un pintor, con obra y todo…

Antología traducida (proyecto iniciado por Aub en los años 50) fue editada por vez primera, incompleta, en México, en 1963, casi a la vez que algunos de esos poemas aparecían en la mallorquina Papeles de Son Armadans, pues Max Aub mantuvo una relación entre cordial y tirante con  Camilo José Cela. La Antología – que iría aumentando a lo largo de la vida del autor – es una magnífica y seria  broma literaria. La invención ( y supuesta traducción asesorada) de 71 poetas desde el antiguo Egipto a las medianerías del siglo XX, cuyo nexo común – pues atraviesa culturas y temas – es el olvido en que han quedado o estuvieron siempre esos poetas o su marginalidad. Desde un anónimo de la época de Amenofis IV, hasta el norteamericano ( de claro tono beat) Michael Mcguleen, nacido en San Francisco, y que se suicida en Miconos – Grecia – en 1964, con 23 años. Casi tan importante como los poemas ( en general más que dignos) es la nota inicial en que el antólogo, brevemente, cuenta quién fue el poeta rescatado del olvido. No es de sorprender -por el olvido, por la sonrisa – que entre los poetas antologados figure Max Aub, de quien se afirma que, pese a aparecer su nombre en revistas varias, no se sabe dónde está. Entre los muchos guiños literarios que adornan esta antología no podía faltar el del poeta ruso – nacido en Kiev en 1812 – Vladimiro Nabukov (sic) al que se hace amigo de Tolstoi. Sin duda Nabokov hubiera apreciado el juego – no escasamente melancólico – que comporta esta Antología traducida. Los poemas, a veces, son buenos y jamás pedestres. Pero uno duda de si se halla ante un poemario plural o ante una singular novela en verso. Se trata de un libro original y peculiar que encantará a cualquier letraherido. (¡Pena que aún se conozca mal a Max Aub!).

 

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