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Decadencias

Maruja Mallo, la gran moderna.

Shirley Mangini es una hispanista norteamericana que se ha especializado últimamente en los primeros tiempos de nuestra modernidad, con un sesgo claramente feminista. Shirley conoce bien España adonde vino ya en los últimos 70 (la conocí entonces) como compañera del poeta Ángel González. Ahora ha escrito un libro en inglés (traducido y publicado aquí por Circe) sobre “Maruja Mallo y la vanguardia española”. El trabajo de Mangini es muy notable aunque en algún punto (como al explicar qué era y es La Residencia de Estudiantes) parezca dirigirse más al público anglosajón y no hispánico.  Nos revela mucho no sólo del inicio de la modernidad en España –vinculado, entre otros, a nombres como García Lorca, Buñuel , cuya tosquedad no se oculta, o Dalí-pero sobre todo del personaje y la obra de nuestra excéntrica –en muchos sentidos- Maruja Mallo (1902-1995) que nació en  Lugo, aunque vivió desde sus 20 años en Madrid y luego en varios exilios…

Conocí a Maruja Mallo en el Madrid de los primerísimos 80, donde ya vivía hacía tiempo, aunque no parecía haberse significado al final del franquismo. Era todo un personaje lleno de leyendas y de un desparpajo espléndido. Parece que desde joven fue aficionada a maquillarse, por lo que ello tenía de transgresión y de máscara. De vieja lo seguía haciendo pero era mucho más llamativo, con su teñido pelirrojo. Llevaba altos tacones y casi siempre un abrigo de piel gastado (siempre el mismo) que sujetaba apretandolo junto al bolso. Se decía que, mujer moderna y sin complejos como siempre había sido, debajo del abrigo iba desnuda. Varios días –pintadísima- le oí despotricar contra los viejos problemas de la derecha española, y siempre cerraba su discurso con la misma frase: “Aquí la culpa de todo la tiene la jodía mística.” Se decía que muchos de sus cuadros se habían perdido o se ignoraba su paradero (y es cierto) pero la verdad es que entonces su mito, superaba la realidad –que ha ido aflorando, Shirley la descubre muy bien- de una de nuestras grandes pintoras modernas, acaso junto a Remedios Varo, pero con estilo más plural. Desde sus “Verbenas” en adelante, Maruja tiene algo de surrealista, bastante de posexpresionista y mucho de realismo mágico y hasta de ese neoclasicismo al que se dio, un tiempo, Picasso. Amiga y novia (breve) de Alberti, compañera sentimental de Emilio Aladrén, el guapo escultor que le quitó Lorca, Maruja jugaba a una sana promiscuidad que era fruto de un libertad nueva. En Chile anduvo con Neruda. De Argentina dijo: “Era un país maravilloso, pero Perón lo arruinó todo.” Cuando le preguntaban por qué no escribía memorías, replicaba: “Están en mi pintura”. Pero esa pintura (ahora muy valorada) se ha ido conociendo poco a poco, expertos aparte. Daba la sensación –en ella que tanto trabajó y pensó su arte- que se había tirado más por la pendiente de la vida. Los últimos años los pasó en cama. La echábamos de menos. Ahora sabemos el fin de esta pintora y mujer extraordinaria y rara.


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