MARCELO (Poema inédito)
Diría (parece una broma y no lo es) que se asemejaba a ese chiquito,
Justin Beaver, ¿no?. Pero dentro de dos años, guapo y pleno de
una suerte de inteligente energía. Es verdad que en Marcelo llamaba
la atención el físico –que él se esforzaba por parecer que descuidaba-
pero atraía por su talento, su desparpajo, por su ansia de conquista,
por su fascinante hiperactividad. Era como si le interesara todo o casi…
Yo he pensado en él –cuando dejé de verle, tras la Universidad-
como en un una suerte de Bruce Chatwin, aún más seductor, duro y
grato, suave al mismo tiempo. Se marchó al Ecuador, sino recuerdo mal,
de ahí la distancia, la pérdida de contacto. Además nos teníamos afecto,
pero realmente no sé si éramos amigos. Esa palabra era demasiado
especial, muy selectiva y singular para él. Era uno de esos tipos que
irradiaba magia y fuego, por ello me extraña no haber oído más su
nombre, a no ser que haya terminado en un monasterio budista
o en un chiringuito playero enseñando “surf” en Tahíti o alguna
de aquellas islas… Marcelo (el que conocimos) no podía perderse
en el general anonimato, no debiera, me resulta imposible imaginarlo
así. Lo que más podría horrorizarme –seguro que lo entiendes-
sería enterarme de que Marcelo es un honesto trabajador sensato,
padre de prole y vacaciones agosteñas. Tendrá como tú, poco
más de cuarenta años. En esta foto está serio, formal y aún así
resplandece. Pero recuerdo cuando fuimos a Nápoles, cuando nadaba
en Capri, frente a los farallones, o cuando andábamos la Villa de
Tiberio, él con pantalones cortos y camiseta roja y el pelo rubio
al viento solar, casi como un ser celeste que jugaba a no parecerlo…
Claro, entonces tenía 21 años. Ha pasado mucho tiempo y la vida
siempre es una sorpresa. Pero sólo puedo imaginar volando a este
chico, creando, amando, ideando, nunca tibio. ¿Recuerdas la frase
que atribuyen a Calígula? Algo así: “Frugi esse aut Caesarem”. Como
Marcelo: O frugal o César. El no era sobrio. Era un río crecido y
rumoroso. Espero que esté, al menos, rodeado de ninfas en los
Mares del Sur. Lo demás no tendría sentido. Pero nunca se sabe…
(“Viven así gustosos de una bella imagen,/ soñando, dichosos
y pobres, los poetas.”) Hölderlin. Otro milagro, al final sólo tierra.
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