Decadencias
Leopoldo Alas, poeta
Leopoldo Alas (1962-2008), sobrino bisnieto del ínclito “Clarín” hizo todo lo que puede hacer alguien que se dedica a la literatura en España (lo que, desde Larra, sabemos que es muy árduo, salvo casos de mucha suerte). Leopoldo fue articulista de lo que le echaran, radiofonista en sus últimos tiempos, novelista y hasta libretista de ópera… Era un escritor nato y todo terreno, aunque la suerte le fue a menudo esquiva. Algunos dirán que la suerte no se casa con los críticos sino con los meapilas que dicen a todo “amén” y están dispuestos a lametonear las zurrapas, de todo género, de su o sus jefes… A Leopoldo le terminó yendo regular porque se negaba (hasta donde podía) a las componendas con el Poder y sentía una natural atracción, casi una hermandad con los desheredados, humillados y ofendidos. Quizá ese corazón a la izquierda que sufría y sentía el desorden y el horror del mundo actual –aunque yo le decía que posiblemente el mundo nunca fue de otra manera, siempre injusto y siempre sucio- se desesperaba con la incomunicación, con la falta de libertad, con los abusos de los mandatarios, y pese a su evidente ciclotímia, el corazón de Leopoldo (corazón de puro poeta) se fue entregando más cada vez a la desesperanza y a la melancolía. Es curioso leer el último poema que quizá escribió –inédito hasta hoy- y que muy significativamente se titula “Apocalipsis”. He dicho que Leopoldo Alas hizo de todo lo literarario, pero siempre fue poeta, la poesía es sin duda lo mejor de su obra, y él también lo declaraba y lo sabía. Por eso (y porque había estado muy lejano al mundillo literario en los últimos años, aseguraba que lo gobernaban mafias) lo que más falta hacía era poner a disposición del lector la nunca reunida poesía de Leopoldo, libro por libro casi ya inencontrable. José Infante –muy cercano a Leopoldo en los últimos años- ha reunido y puesto una nota prologal a los cinco libros que Leopoldo publicó en vida, desde “Los palcos” (1988) a “Concierto del desorden” (2007) añadiendo unos cuantos inéditos, el conjunto, editado por Visor, se llama también “Concierto del desorden, Poesía Reunida (1981-2008)”. Al releerla, en gran medida, vuelvo a mis convicciones, Leopoldo fue ante todo poeta, muy vivencial, fuertemente biográfico y adscribible, en términos generales, a lo que yo he llamado “poesía del realismo meditativo”. Pero la senda distintiva de Leopoldo en todo esto (él que subía y bajaba en su tono vital, casi como una seña de identidad) está en el erotismo jubiloso, en la melancolía lúcida, en el afán de contar a sus amigos con él, pero también y sobre todo en la ternura. Aunque cuando le salía y se enrrabietaba Leopoldo tenía muy mal genio, admiraba como nadie la amistad y la ternura. Si el mundo era básicamente horror y desorden ( y ganas de huir) la ternura podía salvarte y salvarnos. ¿Qué amigo no recuerda –lo dije ya con sus alzas y bajas, era humano- la jubilosa y cariñosa entrega a la amistad de Leopoldo Alas? Aquí está al fin su poesía casi completa para avalarlo. Calidad, sencillez, hondura, tensión lírica, mucho biografismo, y esa continua apelación al miedo (signo del hombre) y a lo que mejor puede cobijarnos contra él, la ternura, una tenaz, cálida, deliciosa ternura, de quien como un niño triste escribió: “Yo también quiero despedir trenes y no tomar ninguno”.
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